En el 2003, tuve el privilegio de asistir a una conferencia del Cardenal Schönborn, Arzobispo de Viena, quien tuvo un papel importante en la redacción y la edición del Catecismo de la Iglesia Católica. Lo recuerdo comentando que los que habían participado en la creación del CEC se sorprendieron por lo bien que se vendía, especialmente entre los fieles laicos católicos, ya que su redacción se destinaba principalmente a los obispos, los sacerdotes y los catequistas que trabajan con ellos.
En mis tiempos de encargado de grupos juveniles, trabajé incansablemente para poner el Catecismo de la Iglesia Católica en las manos de todos los jóvenes que yo pudiera. Lo convertí en un regalo de Confirmación, un regalo de graduación, o lo regalaba durante los retiros. No pretendía que un joven lo leyera del principio al fin, pero por lo menos que tuviera algo donde encontrar las respuestas acerca de su fe, especialmente, cuando se iban de casa a la Universidad.
Si estuviera hoy en la pastoral juvenil, yo le daría a cada joven su ejemplar del YOUCAT en lugar del CEC.
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