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Restored Order Confirmation: Implementation in the Archdiocese of Denver

On May 29, 2012, it was announced that Bishop Samuel Aquila of Fargo, North Dakota was returning to his home diocese of Denver to become its fifth archbishop. Many archdiocesan leaders had an immediate hunch: Restored Order Confirmation was coming to the archdiocese. Bishop Aquila had already restored the order of the sacraments of initiation in Fargo, and even received public praise for it from Pope Benedict XVI during an ad limina visit to Rome. These expectations proved true when in the fall of 2013 the archdiocese began internal preparations to move toward Restored Order Confirmation, becoming the first archdiocese in the United States to do so. By 2020 the process of transition will be complete, though a majority of parishes in the archdiocese have already begun celebrating the Sacraments of Confirmation and First Communion together in the third grade. To assist this move toward restoring the sacraments to the traditional order of Baptism, Confirmation, and First Communion, the Office of Evangelization and Family Life Ministries (EFLM) conducted workshops and created a number of resources. This article will reflect on the process used by the Archdiocese of Denver in this reordering and the impact it has had upon catechesis within its parishes.

Catholic Education—A Road Map: The Work of Sofia Cavalletti, Catechesis of the Good Shepherd

Sofia Cavalletti was arguably the most effective catechetical theorist and practitioner of her era. Born in 1917, she belonged to a noble Roman family, who had served in the papal government. Marchese Francesco Cavalletti had been the last senator for Rome in the papal government, prior to its takeover in 1870 by the Italian state. Sofia herself bore the hereditary title of Marchesa, and lived in her family's ancestral home in the Via Degli Orsini. In 1946, the young Sofia Cavalletti began her studies as a Scripture scholar at La Sapienza University with specializations in the Hebrew and Syriac languages. Her instructor was Eugenio Zolli, who had been the chief rabbi of Rome, prior to and during World War II and who had become a Catholic after the war. Following her graduation, Cavalletti remained a professional academic for the whole of her professional career.

Cavalletti's involvement with catechetics came about by chance, in 1952, after she was asked to prepare a child for his first communion. Soon after this experience, Cavalletti began collaborating with Gianna Gobbi, a professor of Montessori education. Together, they developed what came to be known as the Catechesis of the Good Shepherd, painstakingly creating materials that would serve the religious needs of children from the ages of three to twelve years. Taking the Montessori sensitive periods as a starting point and guided by the response of real children as the “reality check,” Cavalletti refined her understanding of the religious experiences that children were likely to respond to at each stage of their development. She would create materials and make them available to the children. If the material was not used, she determined that it had not met the mark and she would dispose of it, irrespective of how much effort she had put into it.

Very early in her work, Cavalletti discerned the central role of “wonder” in a child’s religious development and she realized that for young children (and indeed for every human being), wonder is evoked by “an attentive gaze at reality.”[i] Consequently, young children were encouraged to begin their relationship with God by recognizing, one by one, the gifts offered to them in the created world. To meet this need, the Montessori “practical life” works were found to be ideal. Children were given tasks such as flower arranging, slow dusting, leaf washing and the like. The experience of Montessori classrooms for over a hundred years has born witness to the effectiveness of this approach. Engagement with concrete “hands on” activities seem to be the basis not only of religious development but for learning of any kind.

The careful observation of the needs of real children by Montessori had identified the basic stages of learning, (outlined in my previous article). Cavalletti summed this up in a simple axiom: first the body, then the heart, then the mind. As the twentieth century progressed, she evaluated new ideas in education, Biblical scholarship, and theology. Cavalletti did not easily fall prey to a widely reported educational phenomenon, the “band wagon effect.” She was an “action researcher” who allowed herself to be guided by the reactions of the children she was working with. If a learning material failed to engage the children, it was discarded and alternatives sought.

One of the most striking and commonly reported phenomena of the Catechesis of the Good Shepherd is that children seem to be able to arrive at profound theological understandings for themselves—without being told.

La pedagogía de Dios, 2ª. Parte

Examinamos las implicaciones concretas de una catequesis inspirada por la pedagogía de Dios.

En la última edición de The Sower notamos la centralidad del concepto de la pedagogía de Dios en el Directorio General para la Catequesis. Vemos que el Pedagogo es el mismo Dios y que los catequistas trabajan dentro de la pedagogía de Dios. "La catequesis, en cuanto comunicación de la Revelación divina, se inspira radicalmente en la pedagogía de Dios tal como se realiza en Cristo y en la Iglesia" (DGC 143). Como Pedagogo, la labor de Dios es la de disciplinar, o 'discipular' a su pueblo. En este artículo haremos un examen de las implicaciones concretas de este discipulado de Dios para nuestra labor catequética.

Una catequesis de gracia

El punto central que establece el Directorio General para la Catequesis es que la iniciativa en la catequesis pertenece, por encima de todo, a Dios mismo. La "transmisión del Evangelio por medio de la Iglesia es, ante todo y siempre, obra del Espíritu Santo" (DGC 138). La labor del catequista siempre es la de colaborar, ayudar, preparar, y trabajar con docilidad en la obra mayor del Señor. En verdad podemos tener la certeza de saber que, en la obra catequética, los frutos quedan en las manos del Señor. La fe es siempre un don divino (cf. Mat 16:17; 1 Cor 12:3).

Una catequesis exitosa, por lo tanto, no trata principalmente de aprender conjuntos mayores y mejores de habilidades. El catequista, por consiguiente, pone énfasis en la "iniciativa divina" (DGC 143), evitando toda confusión entre "la acción salvífica de Dios, que es pura gracia, con la acción pedagógica del hombre" (DGC 144). Luego, el DGC añade con cautela: "pero tampoco las contrapone y separa." El catequista no debe de confundirse con Dios - pero tampoco se le debe hacer a un lado. Él, también, por más insignificante que sea en comparación, ¡aún tiene una función que desempeñar! Las habilidades de enseñanza no son irrelevantes, ya que, aunque no podamos por nuestros propios esfuerzos hacer surgir la fe, sí podemos ayudar a los demás a que se preparen para la recepción y la profundización del don de la fe.

Los tres papeles de los catequistas laicos: La vocación del maestro de escuela católica

En 1977, comencé mi carrera como docente en una escuela católica, y de una manera u otra, he estado activo en esta vocación, durante toda mi vida adulta. En cuanto a mi herencia, tengo predecesores inspiradores quienes se empeñaron por establecer un sistema educativo católico en mi país, Australia. Parece que para la Iglesia Católica a lo largo del siglo XIX, una de las labores principales de la evangelización enfocó el establecimiento de escuelas católicas. La estrategia fue la transmisión de la fe situándola en el contexto de una visión educativa global. Esta prioridad se ve reflejada en el número de congregaciones religiosas fundadas durante esa época, las cuales tenían a la enseñanza como objetivo apostólico principal. En parte esto también fue una respuesta al reto de la secularización que iba en aumento, la cual apuntaba a la exclusión, o por lo menos la marginalización, de la enseñanza de la religión en el proyecto que comenzaba a esbozarse de una educación universal obligatoria en las escuelas que operaba el estado. La Iglesia resistía vigorosamente este ataque contra la educación religiosa. El siguiente ejemplo australiano es representativo de los esfuerzos similares que se han llevado a cabo por todo el mundo, incluso en los Estados Unidos de América.

En su Consejo Provincial de 1862, los obispos australianos insistían sobre la naturaleza integrada de la educación católica y se negaron a aceptar la idea de que la educación religiosa fuera puesta en cuarentena, aislada del resto del plan global de estudios, sin la capacidad de influir en otras áreas temáticas:
"Los católicos no creemos que la educación de un niño sea como un objeto mecánico que pueda armarse pieza por pieza. Ahora un bocado de instrucción religiosa, y luego de instrucción seglar - como paquetes independientes. Sostenemos que la materia que se enseña, el profesor y su fe, las normas y las prácticas de la jornada escolar, todo esto se conjuga para producir el resultado que nosotros como Católicos consideramos como educación."

Es más, el Arzobispo Mons. Roger Vaughan de Sídney, el hombre reconocido por la organización del sistema de escuelas católicas australianas, insistía en que la escuela católica no sería exitosa si fuera simplemente un lugar de instrucción; tenía que ser un lugar de santidad. ¡Ahí está la clave! Siempre he comprendido que esto es el corazón de lo que un profesor de una escuela católica debe de estar haciendo: apuntando hacia una relación siempre más profunda con Cristo por medio de la Iglesia, y transmitiendo los frutos de esta búsqueda a sus estudiantes.

Three Roles of Lay Catechists: The Vocation of the Catholic School Teacher

In 1977, I began my work as a teacher in a Catholic school, and I have been involved with this vocation, in one way or another, for the whole of my adult life. For my heritage, I had inspiring predecessors who had worked hard to establish a Catholic educational system in my country of Australia. It seems that a major effort of evangelization for the Catholic Church throughout the nineteenth century was focused on the establishment of Catholic schools. The strategy was to pass on the faith by situating it in the context of an overall educational vision. This priority is reflected in the number of religious orders founded at this time, which had teaching as their main apostolic goal. In part, this was also a response to the rising challenge of secularization, which aimed to exclude, or at least to marginalize, the teaching of religion in the newly developing project of universal compulsory education in schools run by the state. This attack on religious education was vigorously resisted by the Church. The following Australian example is representative of similar efforts throughout the world, including the United States.

At their 1862 Provincial Council, the Australian bishops insisted on the integrated nature of Catholic education and refused to accept the notion that religious education could be quarantined from the overall educational curriculum, with no capacity to influence other subject areas:

"Catholics do not believe that the education of a child is like a thing of mechanism that can be put together bit by bit. Now a morsel of instruction on religion, and then of instruction in secular learning – separate parcels. We hold that the subject taught, the teacher and his faith, the rule and practices of the school day, all combine to produce the result which we Catholics consider to be education."

Moreover, Archbishop Roger Vaughan of Sydney, the man credited with organizing the Australian Catholic school system, insisted that a Catholic school would not be successful if it was simply a place of instruction; it needed to be a place of holiness. Therein was the key! It has always been my understanding that this lies at the very heart of what a teacher in a Catholic school is meant to be doing: striving for an ever deeper relationship with Christ through the Church, and passing on the fruits of this to the students.

La confirmación: una iniciación, no la finalización

Al Sacramento de la Confirmación se refiere a menudo como "un sacramento en busca de una teología", o "un sacramento en busca de sentido" entre los ministros del sacramento. Aunque los documentos catequéticos presenten una consistente teología de la Confirmación, la diversidad en la práctica pastoral de diócesis a diócesis, e incluso de parroquia a parroquia dentro de la misma diócesis, sugiere que el Sacramento de la Confirmación tuviera diferentes sentidos y hasta diferentes teologías. En lugar de esto, propongo que la diversidad en la práctica no es el resultado de una teología variable, sino que se debe a diferentes enfoques pastorales. En su libro, Confirmation: The Baby in Solomon's Court [La confirmación: el bebé en la corte de Salomón], el Pbro. Paul Turner, sacerdote de la Diócesis de la Ciudad de Kansas - San José, Missouri, describe siete modelos de praxis en la tradición cristiana.[i] Utilizando el marco referencial del P. Paul como base para mis reflexiones, he distinguido tres modelos distintos para la práctica pastoral de la Confirmación hoy en día.

El Rito de Iniciación Cristiana para Adultos: En el caso de los catecúmenos adultos, la Confirmación se celebra inmediatamente después del Bautismo, en la misma liturgia. Los niños mayores a siete años deberían de ser incluidos en este modelo. En el caso de candidatos adultos, la Confirmación se celebra con adultos que fueron bautizados como católicos pero que no siguieron con su formación en la fe, o fueron bautizados en alguna otra tradición cristiana y que deseen entrar en plena comunión con la Iglesia Católica.

La Confirmación en el orden restaurado: Algunas diócesis[ii] celebran el Sacramento de la Confirmación antes del de la Eucaristía. Este modelo restaura el orden de la celebración de los Sacramentos de Iniciación al orden que tenía la Iglesia Universal hasta el año 1910.[iii] Aunque varíe la edad de la celebración en cada diócesis, generalmente situándose entre los ocho y los diez años de edad, el orden de la celebración ubica a la Confirmación antes de la Eucaristía.

La Confirmación de Candidatos Adolescentes: El Sacramento de la Confirmación se celebra después de la Primera Eucaristía, en algún momento durante la adolescencia; hay mucha variación en la edad para esta práctica, y generalmente abarca a los jóvenes entre trece y diecisiete años de edad.

Debido a la diversidad en las edades y circunstancias de los candidatos, se utilizan muchos diferentes enfoques hoy en día. Esto presenta retos únicos, entre los cuáles existe una confusión en cuanto a la teología del sacramento.

Confirmation: Initiation Not Completion

The Sacrament of Confirmation is often referred to as “a sacrament in search of a theology” or “a sacrament in search of meaning” among pastoral ministers. Even though the catechetical documents present a consistent theology of confirmation, the diversity in pastoral practice from diocese to diocese, and even from parish to parish within the same diocese, would suggest that the Sacrament of Confirmation has different meanings and even different theologies. Instead, I propose that the diversity in praxis is not the result of a variant theology, but rather of different pastoral approaches.

Reportaje final de la serie: La catequesis para las personas con discapacidades

En esta serie de reportajes relacionados con la catequesis para las personas con discapacidades, volvemos la mirada hacia San Pablo quien nos dijo que nuestra actitud debe de ser la de Cristo (Cf. Fil 2:5). En este último artículo de la serie,[i] veremos una gran variedad de condiciones incapacitantes que pueden afectar a los adultos que catequizamos o con quienes compartimos la banca en Misa. La respuesta clave en cada circunstancia es el respeto continuo, auténtico y de corazón.

Dice el Papa Francisco, "En esta época en la que el cuidado del cuerpo se ha convertido en un mito de masas y por tanto en un negocio, lo que es imperfecto debe ser ocultado, porque va en contra de la felicidad y de la tranquilidad de los privilegiados y pone en crisis el modelo imperante."[ii] Se opone a la idea de que "una persona enferma o discapacitada no puede ser feliz, porque es incapaz de realizar el estilo de vida impuesto por la cultura del placer y de la diversión". [iii]

Miren cómo estos cristianos se aman: La catequesis para personas con un trastorno de espectro autista

El autismo ha captado la atención de muchas personas gracias a los medios masivos de la comunicación, mas sin embargo, perdura mucha ignorancia sobre el tema. La organización, Habla el Autismo (Autism Speaks), afirma:

Trastornos del espectro autista (TEA) y autismo son ambos términos generales para referirse a un grupo de complejos trastornos del desarrollo cerebral. Estos trastornos son caracterizados, en grados variables, por dificultades en la interacción social, la comunicación verbal y no-verbal y comportamientos repetitivos.[1]

Para algunos, su conocimiento del autismo proviene de las películas y de la televisión. En 1988, Dustin Hoffman y Tom Cruise protagonizaron la película Rain Man, que trata de la relación entre dos hermanos. El personaje de Hoffman, Raymond Babbit, es autista con síndrome de savant (que significa sabio en francés), un término que "se refiere a personas con autismo que tienen habilidades extraordinarias que la mayoría de las personas no exhiben"[2]. Este personaje tiene la capacidad para recordar todo lo que ve y oye, aunque no sea capaz de sostener una conversación significativo. En la mente de muchas personas, esta es la cara del autismo, cuando de hecho esto rara vez sucede.

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