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Franciscan at Home

Forming those who form others

La oración de intercesión y la catequesis

La oración de intercesión es importante en la catequesis porque es una oración de caridad en comunión con Cristo. Los israelitas hacían oración de petición para experimentar la presencia de Dios. “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: ¿Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios?” i Esta oración de los israelitas se cumple en Jesucristo, “único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres” ii. La comunidad cristiana primitiva vivía esta unión en la caridad “al participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” iii. Los santos, en comunión con Cristo, también oran e interceden por nosotros ya que este amor y preocupación por todos en el cuerpo de Cristo no cesa después de la muerte. Los santos y las santas son “una verdadera nube de testigos” iv quienes “están más íntimamente unidos con Cristo… y [n]o dejan de interceder por nosotros ante el Padre” v.

Esta oración de petición nos lleva a orar como lo hacía Jesús.vi Jesucristo es nuestro mediador; por lo tanto, podemos interceder a favor de los demás y pedirles a los demás que oren e intercedan por nosotros. Es por esto que es tan importante incluir la oración de intercesión cuando catequizamos. La oración de intercesión señala a nuestra celebración eucarística en la Oración de los Fieles y en la Plegaría Eucarística, “Reunidos en comunión con toda la Iglesia, veneramos la memoria ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, Nuestro Dios y Señor; la de su esposo, San José; la de los santos apóstoles y mártires… y todos los santos; por sus méritos y oraciones, concédenos en todo tu protección” vii.

En nuestras sesiones de catequesis presentamos la intercesión al animar a los niños a que hagan oración vocal. Los niños expresan de buena gana sus oraciones a Dios. Podemos enseñarles a los niños que cuando oran por los demás, esto es un acto de la caridad.

Hay muchas maneras por las cuales podemos cultivar la oración de intercesión en el salón de clases.

Bajo fuego: La presencia real

La columna ‘Bajo fuego’ tiene como objetivo resaltar algunas de las posturas, preguntas y comentarios complejos que experimentan los catequistas, maestros y padres de familia. Intenta bosquejar la información necesaria para ser fieles a la enseñanza de la Iglesia y que mejor ayudará a aquellos a quienes enseñamos y quienes nos piden dar la razón de la esperanza que hay en nosotros. En esta ocasión, veremos cómo transmitimos un sentido de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.

‘El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular… «Esta presencia se denomina "real", no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen "reales", sino por excelencia,…por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente»... Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera.’ (CEC 1374-1380)

El ensayo para la Primera Comunión ya estaba bien encaminado. Se habían ya asignado los lugares, los himnos habían sido elegidos, y ahora sucedía que el padre deseaba que los niños estuvieran realmente presentes en el santuario para la Oración Eucarística y la Consagración. Obedientemente todos fueron subiendo en grupo al altar donde el padre los acomodó alrededor. Ana María se había quedado pensando. ‘Nos avisarás cuando nos tenemos que arrodillar, Padre’, preguntó. Sin duda, estaba ansiosa que con la confusión de un día especial y en un lugar especial en la iglesia sin sus papás, tal vez no recordaría – y quería hacer todo tan bien como le fuera posible en esta misa.

El Padre vaciló un poquito. ‘De acuerdo,’ dijo lentamente, ‘Pueden practicar el arrodillarse de una vez.’ Los niños se arrodillaron alrededor del altar, y de inmediato se suscitó un griterío desde los papás que miraban, ‘¡No podemos ver a nuestros hijos!’ Y los niños hicieron eco, ‘¡No vemos el altar si nos arrodillamos!’ Las dos objeciones eran verdad y siguió cierta discusión acalorada sobre las varias soluciones al problema.

¡El padre se encontraba verdaderamente ‘bajo fuego’! Si permitía que los niños se arrodillaran, arriesgaba la ira de los papás y los niños no verían a nada; si les decía que se quedaran de pie, arriesgaba convertir en tonterías la enseñanza que ellos habían recibido sobre el cómo honramos a Jesús y reconocemos su presencia entre nosotros al arrodillarse durante la consagración. Su impulso amable y bueno por acercar a los niños lo más que se podía a Jesús en este su día especial había resultado en confusión como suele suceder con la innovación litúrgica. Dejando a los niños arrodillados en sus bancos con sus papás, perfectamente capaces de ver a la Hostia levantada, no hubiera provocado ni dificultades logísticas, ni objeciones litúrgicos. (La parte de afuera del Santuario, es, por supuesto, el ‘hogar estable’ para los laicos – nuestro propio lugar dentro del edificio.)

El padre vaciló un poco más, luego se decidió. ‘Todos los niños se quedarán de pie alrededor del altar para la Oración Eucarística,’ anunció, y hubo pocas voces discrepantes.

Muy a parte de la confusión litúrgica que se provocó en esta situación, la acción del sacerdote, aunque bien intencionada, resultó en un mensaje mezclado para los niños. La importancia de ‘ver lo que pasa’ se había situado por encima de la necesidad de reverencia y de reconocimiento de la Presencia Real de Cristo en el altar.

Helping Children Be Ready to Worship and Pray at Mass

Robert Williams runs through some helpful elements for parents to consider as catechetical preparation for liturgy and worship.

Amongst the most important catechetical tasks are the ‘celebration of,’ ‘formation in,’ and ‘education into’ liturgy and worship. The catechetical tasks of liturgy and worship are essential elements of a comprehensive catechesis as ‘... the very act of participating in liturgical celebrations is of catechetical value.’

Initial preparation of children to be ready to worship and pray at Mass begins in the ‘domestic Church’ of the home right after children are baptized. Parents who establish times and a place for daily devotional practices create a context for their infants’ spiritual and religious development. In his ‘Letter to Families,’ John Paul II reminds us that, ‘prayer makes the Son of God present among us.’ Father van Kamm has observed that, ‘Already as infants, before participating knowingly in the life of Christ, we participated in the life of our parents.’ Children are assured of knowing and experiencing God and Christ through the prayers and devotions of their parents. These children are guaranteed an early—at ages 2 to 3 years—involvement and experience of religious devotion.

On the Spot: Faith, Hope and Love

The First Communion parents were gathered to listen to a talk on the Sacrament of Penance. It became apparent that some were uncomfortable with the idea that their children – or indeed they themselves – might be in need of God’s mercy and love in this sacrament.

‘Children don’t really sin, do they – they’re too young to understand.’

‘I don’t want my children frightened by telling them about hell and damnation at their age.’

‘We don’t really need to confess to a priest, do we? It’s okay` just to say sorry to God on our own, isn’t it?’

I would like to give some suggestions for the catechist who must respond to these kind of comments, explaining the Church’s teaching to those who either misunderstand it or are alienated from it.

The catechist must be a person of faith, hope and love with a strong grounding in the Church’s faith. He must be confident in the vision and hope for the future which the Church teaches and inspires, have a mature and courageous attitude to what love requires in order to deliver the truth. These three theological virtues must be foundational to catechesis, particularly where there may only be one chance to convey the truth of a doctrine or practice. They also provide the catechist with a sound framework for an answer or a discussion which utilises the true teaching of the Church rather than half understood concepts which have often been gained outside the Church, or in childhood.

On the Spot: God the Father and Earthly Fathers

Jesus called God his ‘Father’, and has enabled his disciples to do the same. The whole Church can now pray to ‘our Father’ (Matt.7:9). This also puts many catechists or teachers, however, on the spot: how do we provide Catholic teaching on human fatherhood and on God the Father without appearing judgmental of the various individual instances of inadequate fatherhood which many children experience?

Catechumenal Initiation of Children of Catechetical Age

Susanne Lehne reports on recent research undertaken in US parishes on the catechumenal initiation of children.

During the past four years, The Sower has been publishing an ongoing series of articles about the Rite of Christian Initiation of Adults. In these articles, William Keimig expertly presented a comprehensive overview of many different aspects of catechumenal initiation of adults. The present contribution presumes that this background will be familiar and attempts a brief sketch of some of the issues and challenges arising from catechumenal initiation of children of catechetical age.

Sofia Cavalletti—A Tribute

This Summer, the National Association of Catechesis of the Good Shepherd announced the that one of the founders of Catechesis of the Good Shepherd, Dr. Sofia Cavalletti, 94, died peacefully in her home in Rome, Italy. She died on Tuesday, August 23, 2011.

Sofia Cavalletti is certainly one of the most significant figures for catechesis, and in particular children’s catechesis, in this century. Dr. Cavalletti, together with her colleague Gianna Gobbi, began to work with children in 1954 in the area of children’s religious formation. She was first inspired to understand children’s spirituality following a discussion over a passage of scripture with several children. The children’s engagement and response to the discussion caused her to seek a deeper understanding of the relationship between God and the child.

Sofia Cavalletti and Gianna Gobbi collaborated for more than 50 years listening to and observing children in the context of a prepared religious environment called an atrium, basing their approach on the principles of education developed by Maria Montessori. What children revealed to them was, above all, their profound capacities for relationship with God. Children from very diverse geographical, social and cultural environments responded to this relationship with a profound sense of joy which, Sofia Cavalletti said, “puts them in a particular state of peace, such as to make us think that this relationship satisfies a vital need within children.”

Catechetical Methodolgy: The Compendium and the M-Word

There is a word, which starts with the letter ‘M’, which almost never fails to prompt a strong reaction in catechetical circles. Whether you love the concept behind this word or hate it, its mere mention has been known to cause an immediate hush to fall over a group of otherwise happily chatting catechists. For many today, the ‘M-word’ is a nasty word, bringing one back in memory to the not too distant ‘dark ages’ of catechesis. For others, the absence of this word from our catechetical conversation is one of the significant reasons for a drop-off in understanding and literacy in the truths of the Faith.
The newly published Compendium Catechism of the Catholic Church is quite careful in its reference to the ‘M-word’ in its description of how the Compendium can be best used. When describing its question and answer format and the fact that what is presented in the text is the truly essential, the Compendium states, ‘the dialogical format also lends itself to brevity in the text, by reducing it to what is essential. This may help the reader to grasp the contents and possibly to memorize them as well.’ Imagine that - ‘possibly’ memorizing chosen selections from the Compendium!
Yes, the controversial ‘M-word’ is back! - although part of the purpose of this article is to demonstrate that it never left the Church’s late-twentieth century magisterial catechetical vision.

Teacher Education and the Use of the Compendium

Leonard Franchi proposes uses for the Compendium in the education programmes for Catholic teachers.

Catholics schools best fulfill their mission when they are staffed by teachers who are committed heart and soul to their own faith tradition. This applies to teachers at all stages in the educational journey. If the role of the Catholic teacher is pivotal to the Gospel witness of the school, it follows that the educational institutions which prepare Catholic students for the vocation of teaching should have the faith formation of their students at the core of their course design. How can this be done?

Montessori Catechesis

During the celebration of the Eucharist, our minds and hearts are turned towards Christ through our senses – we sing hymns, gaze at the crucifix, and hear the Word of God. Our physical movements – standing, kneeling and processing – tangibly reinforce our spiritual encounter with our transcendent God. In the same fashion, through the use of their senses and the practice of physical gestures, even very young children can enter more fully into the celebration of the liturgy and life in the church.

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