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El kerigma: qué es y por qué importa—Parte III: Jesús, el Cristo y el Señor

Introducción

A lo largo de las últimas décadas, los teólogos dedicados a la reflexión sobre la evangelización en general, y sobre el momento de la catequesis, dentro de ella, en particular, han reflexionado y atendido considerablemente al tema del kerigma, y eso, muy acertadamente. El kerigma puede ser entendido adecuadamente como la síntesis del Evangelio, y, como tal, siempre merece un estudio más atento, especialmente así en un tiempo en donde el catolicismo está menguando en muchas partes.

En esta serie de tres partes, yo explico qué es el kerigma y por qué es importante. En la primera edición, ofrecí una visión general del kerigma, identificando siete componentes esenciales: 1) la salvación, 2) la vida, 3) la muerte, 4) la Resurrección de 5) Jesús de Nazaret, quien es a la vez 6) Cristo y 7) Señor. Habiendo ya abordado los componentes del 1) al 4) en las dos primeras ediciones, en esta última edición me centraré en los últimos tres componentes: que el kerigma trata de Jesucristo, el Señor.

Jesús: “Dios salva”

Por motivos de espacio, tocaré brevemente la importancia del nombre propio de Jesús antes de tratar el significado de Sus títulos como Cristo y Señor. Para este fin, consideremos la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica.

CIC 430 ofrece un comentario compacto y sustancioso sobre el sentido de “Jesús”, observando primero la etimología del nombre – que significa “Dios salva” – y ofreciendo luego esta puntualización acerca del nombre: “expresa a la vez Su identidad y Su misión”. “Jesús” – “Dios salva” – es a la vez quién es Jesús y qué hace. Él, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, es el mismo Dios, y en la Encarnación, Él ha asumido la naturaleza humana para salvarnos. “Jesús”: es a la vez quién es y qué es lo que vino a hacer.

Cristo: el Mesías largamente esperado

Tras ocuparme brevemente del nombre propio de Jesús, veamos ahora lo que muchos tratan como si fuera el apellido de Jesús: Cristo.

A lo largo del Nuevo Testamento, hay constantes referencias a Jesús de Nazaret como Jesucristo. Y cuando oramos, a menudo nos referimos a Él de esta forma. Pero, a pesar de lo que la gente a veces supone sin pensarlo mucho, Cristo no es su apellido … en lugar de eso, es un título. En efecto, decir “Jesucristo” significa decir – proclamar – que Jesús es el Cristo. Pero, ¿qué significa eso?

Primero, una vez más consideremos la etimología: la palabra Cristo viene de la palabra griega Christos, misma que viene de la palabra hebrea, Mashiach, o en español, Mesías. Esa palabra – Mashiach, Mesías – significa el Ungido.

Este concepto del Ungido era ya antiguo para el pueblo de Israel. A lo largo del Antiguo Testamento, las personas consagradas a Dios para una misión que Él les daba eran ungidas en Su nombre. Eso incluía a los reyes, los sacerdotes y los profetas. Un ejemplo clásico de esto se encuentra en la historia de David.

The Kerygma: What It Is and Why It Matters Part III: Jesus Who Is Both Christ and Lord

Introduction

Over the last several decades, theologians who focus on evangelization in general, and the moment of catechesis within it in particular, have given considerable thought and attention to the topic of the kerygma, and rightly so. The kerygma can be aptly understood to be the summary of the Gospel; and, as such, it is always deserving of closer study, especially in an age when Catholicism is waning in many places.

In this three-part series, I’m explaining what the kerygma is and why it’s important. In the first two installments, I provided a basic overview of the kerygma, identifying seven essential components: the (1) salvific (2) life, (3) death, and (4) resurrection of (5) Jesus of Nazareth, who is both (6) Christ and (7) Lord. Having already addressed components 1-4 in the first two installments, in this final installment I will focus on the last three components: that the kergyma is about Jesus Christ, the Lord.

Jesus: “God Saves”

In the interests of space, I will briefly touch on the importance of Jesus’ proper name before addressing the significance of his titles as Christ and Lord. To do so, let’s consider the teaching of the Catechism of the Catholic Church.

CCC 430 offers a commentary on the meaning of “Jesus” that is both compact and substantial, noting first the etymology of the name—it means “God saves”—and then offering this remark regarding the name: it “expresses both his identity and his mission.” “Jesus”—“God Saves”—is both who Jesus is and what he does. He, the Second Person of the Holy Trinity, is God himself, and in the Incarnation, he has taken on human nature in order to save us. “Jesus”: it is both who he is and what he came to do.

Christ: the Long-Awaited Messiah

Having briefly addressed Jesus’ proper name, let us now turn to what many treat as Jesus’ last name: Christ.

Throughout the New Testament, Jesus of Nazareth is regularly referred to Jesus Christ. And when we pray, we often refer to him in this way. But despite what people sometimes presume without thinking about it much, Christ isn’t his last name . . . instead, it is a title. In effect, to say “Jesus Christ” means to say—to proclaim—that Jesus is the Christ. But what does that mean?

First, let’s once again consider the etymology: the word Christ comes from the Greek word Christos, which itself is a translation of the Hebrew word Mashiach, or as we render it in English, Messiah. That word—Mashiach, Messiah—means Anointed One.

This idea of the Anointed One was an ancient one for the people of Israel. Throughout the Old Testament, people who were consecrated to God for a mission that He gave were anointed in his name. That included kings, priests, and prophets. A classic example of this is found in the story of David.

RICA: ¿Tus catecúmenos saben que Jesús les consigue el cielo? 2a Parte

Cómo las obras se relacionan con el proceso de la salvación

En el último número, enfoqué cómo avanza una persona desde ser no salvada (es decir, no estar en un estado de gracia- NEG) a ser salvada (en un estado de gracia – EG) y cómo ninguna obra de la ley moral (CIC 1950 ff.) puede colocarle a la persona en un estado de gracia (Ef 2,8-10, CIC 2010). Este artículo enfocará el papel crítico de las obras en el proceso de la salvación, y, aunque las obras no nos puedan colocar en un estado de gracia, veremos cómo se relacionan directamente con la retención o la pérdida de nuestro estado de gracia.

He tenido muchas alegrías desde que me ordenaron al sacerdocio, pero tengo que decir que, aunque anhelaba el Sacramento de la Reconciliación, no anticipaba enamorarme tanto con este sacramente de la manera tan profundo en que lo he hecho.

Es un privilegio asombroso ser una extensión del amor, de la misericordia y del perdón de Dios al ir abriendo los corazones a la Buena Nueva - esa noticia retadora – del Evangelio. En este sacramento tengo una oportunidad única por ayudarle a la gente a comprender cómo se relacionan sus obras con la salvación. Algunos piensan que el sexo antes del matrimonio es simplemente ir demasiado lejos (ver 1 Co 6,13-20). Otros se sorprenden al escuchar que el emborracharse es un pecado grave (ver 1 Co 5,11; 6,9-10). Y las hay que, debido a una catequesis deficiente, no tienen una comprensión adecuada de que los Diez Mandamientos dan una buena visión general sobre la materia grave (CIC 1858).

Los que están en el proceso de RICA, y los cristianos en general, parecen oscilar entre dos extremos: o la salvación se da por las obras (mi primer artículo) o que su pecado personal no es tan grave (este artículo).

Comenzaré con un resumen del proceso de salvación. En aras de brevedad, omito las excepciones al proceso normal de la salvación ya que las personas que reciben excepciones son conocidas sólo por Dios (CIC 848).

Resumen

  • Un adulto que no cree y que no ha sido bautizado no es salvado (NEG).
  • Cuando una persona escucha el Evangelio salvífico de Jesucristo, cree lo que escucha, y es bautizada, es salvada por Jesucristo (EG).
  • Ser salvado (justificado) significa que el pecado ha sido perdonado (original y actual) y la persona es santificada en su interior (hecho santo), volviéndose hija o hijo adoptivo de Dios y compartiendo la vida divina de Dios y se le abre el acceso al cielo.
  • El proceso de moverse del estado de no salvado (NEG) ocurre al 100% por la gracia y es un don gratuito, al que se accede por medio de la fe.
  • Las obras no tienen ninguna injerencia en que la persona avance desde ser no salvado (ENG) al ser salvado (EG).
  • Una vez salvado (EG), el cristiano es ahora llamado a las buenas obras; y si hay una grave violación de la fe o de la moral, se puede perder la salvación (pecado mortal, NEG, perdida del cielo). El medio ordinario para restaurar la gracia y el acceso al cielo es a través del Sacramento de la Reconciliación.
  • En la Reconciliación, el proceso de avanzar desde no salvado hacia ser salvado se debe cien por ciento a la gracia, es un don gratuito, a la que se accede por la fe; las obras no juegan ningún papel en este progreso desde no salvado (NEG) hacia salvado (EG). Ya restaurado, el cristiano es llamado a las buenas obras. 
  • Todo esto se hace posible por la obra salvífica de Jesucristo, en Su sufrimiento, muerte Resurrección y Ascensión.

Fundamento Bíblico

"Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos." (Ef 2,8-10).

Una vez que San Pablo haya explicado que entramos en la salvación por la gracia, por la fe y no por las obras, inmediatamente le da seguimiento al decir que fuimos creados “en orden a las buenas obras” y que dispuso Dios que las “practicáramos”. ¿Enseña la Iglesia Católica que nuestras obras nos ganan un estado de gracia (nos salvan)? No. ¿Enseña la Iglesia Católica que nuestras obras nos ganan algo y nos dan algún beneficio para el cielo? Sí.

La iglesia doméstica

¿De qué manera es la familia un camino a la santidad? ¿Qué quiere decir la Iglesia al referirse a la familia como iglesia doméstica? Un breve resumen de la Escritura y del desarrollo de la aplicación el término nos será útil.

The Spiritual Life: Discipleship into Relationship—Discussing the Thresholds of Union

Life is a Journey

We are on a journey. Our life, we know, is not meant to be static. It is rather an ever-deepening growth in union with the God who created us. He deliberately left an emptiness within us, a chasm, a desire. That longing is an invitation to set out and begin to seek God, to develop a relationship with him, which grows and develops in stages.

If you look at books on the interior life, you will notice that they are riddled, if not titled, with words such as navigating, journey, passages, heights, depths, valleys, nights. This is the language the Church uses for the journey of union with God in her attempt to explain what is mystical in earthly metaphors. The journey is spiritual, but because of sin, it is arduous and a struggle. The Catechism tells us, “Prayer is a battle.”  It is also, of course, in every way worth it.

Begin with the End in Mind

This journey also requires some supplies and preparation: prayer, sacraments, formation, grace; but perhaps the first thing we need is a map, so we know where we are going. The map must be unrolled all the way, past all of the benchmarks of conversion which we have become so familiar with lately in our work of formation: trust, curiosity, openness, seeking, and the big one: discipleship.[1] This benchmark, disciple-making, “drop-your-nets” conversion point (think St. Edith Stein reading St. Teresa of Avila and declaring, “This is the truth!” or St. Peter falling to his knees crying, “depart from me Lord, I am a sinful man”) is the focus of much of our missionary efforts. The movement into a place of intentional discipleship is absolutely essential and fundamental. The problem is when we begin to see discipleship as the end goal.

The end of our spiritual life is not discipleship but union with God. This union finds its fulfillment in the beatific vision of heaven but is meant to begin and deepen in stages here on earth. When we help people reach a place of discipleship, we have to be careful not to leave them on the side of the spiritual mountain without a guidebook, stranded because they haven’t learned to recognize the signposts. What may seem like an insurmountable peak or an impassible precipice or a never-ending night might just be a sign that they are about to reach a milestone in their journey.

RICA & la Formación en la Fe para adultos: ¿Tus catecúmenos saben que Jesús les consigue el cielo? 1a Parte

Desde que me hice católico en el 2004, me he encontrado con muchos, muchos católicos que no comprenden a la gracia, la salvación, o cómo se les concede el acceso al cielo. Muchos han revelado que viven con el miedo de ir al infierno debido a algún pecado desconocido no confesado o que su comprensión de cómo son salvados se basa exclusivamente en sus obras. Estos católicos no comprenden como la fe y las obras se relacionan con la salvación. En breve, no comprenden la fuente de su salvación.

El Dr. Peter Kreeft explica el problema en su libro, Catholics and Protestants: What Can We Learn from Each Other? [Católicos y protestantes: ¿qué podemos aprender los unos de los otros].[1] A lo largo de sus años como profesor de filosofía en Boston College, les preguntaba sus estudiantes, “si fueras a morir esta noche y a encontrarte con Dios y que Él te preguntara porque te debería de dejar entrar al cielo, ¿qué le contestarías?” Generalmente recibía una de tres respuestas:

  1. Soy buena persona (pelagiano, auto-salvación)
  2. Espero en la misericordia de Dios (presunción)
  3. Jesucristo

Prosigue diciendo que entre el 0 y el 5 por ciento de los católicos citan a Jesús como la fuente de su salvación, y la colocan principalmente en las obras, mientras que casi el 100% de protestantes evangélicos citan a Jesús como fuente de su salvación.

Si los catecúmenos y los candidatos no saben claramente que Jesús es la fuente de su salvación, y cómo se relacionan las obras con ella, corremos el riesgo de crear cristianos basados en obras que no se han convertido de corazón y que son incapaces de perseverar hasta el fin (Mt 24,13, CEC 161).

Lo que sigue es la primera parte de una vista general de cómo un adulto procede de su condición de no salvado a la de salvado (y de salvado a no salvado) y la relación de la gracia, la fe, y las obras. Concretamente, ¿cuáles son los medios ordinarios de la gracia para la salvación? La primera parte enfocará específicamente cómo la persona es salvada y la segunda parte enfocará cómo se puede perder la salvación. En aras de ahorrar espacio, dejo fuera las excepciones al proceso normal de la salvación, ya que aquellos que reciben excepciones son conocidos solo por Dios (CEC 848).

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