En esta nueva serie titulada Tecnología y Catequesis, exploraremos el rango de posibilidades que se nos presentan como catequistas armados con nuevos adelantos en la tecnología mediática. Este primer artículo explora la potencial que se nos ofrece, mientras que los artículos subsecuentes tratarán de aplicaciones más prácticas con ricos ejemplos.
Mientras escuchaba la radio católica durante mi camino a la oficina esta mañana, un popular locutor de radio mencionó que si viviera hoy San Pablo, estaría valiéndose de estudios de televisión y torres de transmisión de la radio en lugar de pluma y papiro. “De veras que sí,” pensé mientras ponderaba las posibilidades que nos presentan y qué tan bien hago uso de estos prospectos en mi propio ministerio.
Debemos de preguntarnos, “Se está comunicando el Evangelio a través de estos varios medios de comunicación?” No solamente tenemos que estar produciendo y usando medios de calidad que compitan con sus homólogos seglares, sino también darnos cuenta que todo este consumo mediático afecta a nuestros estudiantes. Hoy en día, un retroproyector blanco y negro grita: “¡Anticuado!”, mientras que un proyector digital de videos causa sorpresa. Cuando referimos nuestros estudiantes a un sitio web católico con diseño elegante, enseñamos un DVD entretenido y sólidamente catequético, o pasamos una presentación PowerPoint con video clips incrustados, enviamos el mensaje de que el Evangelio es relevante y siempre actual. En un sentido, nos hacemos “todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio” (1 Cor 9:22).
La tecnología tiene la capacidad para mejorar y traer eficiencia a nuestros esfuerzos catequéticos de distintos modos, muy aparte del arte de la presentación. Las hojas de cálculo, los notebooks portátiles, las bases de datos, el software de procesamiento de palabras, los documentos PDF, las redes de área local y el acceso inalámbrico a la Internet son todos adelantos tecnológicos que nos pueden ayudar. Estas poderosas herramientas electrónicas dan velocidad a la diseminación del Evangelio. El sistema de caminos de Roma dio a San Pablo un eficiente medio para comunicarse con un público distante en sus muchas cartas. De modo similar, la carretera de la Internet da alas a las e-pístolas de nuestros obispos para instruir y guiar al rebaño de Cristo.
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