En el mes de julio, el Fr. Cash se dirigió a un grupo de 300 líderes catequéticos en la Conferencia San Juan Bosco en Steubenville, Ohio. Este artículo está basado sobre esa plática.
El Papa Benedicto XVI, en su homilía con ocasión de la apertura de este gran año santo en honor de San Pablo, dijo que lo primero que buscamos en San Pablo en este año jubilar es la esperanza. Citando su Carta a los Gálatas, el Papa Benedicto dijo:
‘“Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2, 20). Todo lo que hace san Pablo parte de este centro. Su fe es la experiencia de ser amado por Jesucristo de un modo totalmente personal; es la conciencia de que Cristo no afrontó la muerte por algo anónimo, sino por amor a él -a san Pablo-, y que, como Resucitado, lo sigue amando, es decir, que Cristo se entregó por él.’
El gran Rabí, Saulo, camino a Damasco para matar a los cristianos, tiene una experiencia increíble: lo tumban de su gran caballo. Es humillado, luego levantado. Jesús le habla, ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’ Saulo responde, ‘No sé quién eres; no te conozco.
¿Quién eres?’ Luego Nuestro Señor dice, ‘Soy Jesús de Nazaret.’
Ahora la vida entera de Pablo fue profundamente transformada por ese encuentro con el glorioso, resucitado, hermoso Jesucristo. Nada de lo demás quedó igual. Todo lo que había sido grande e importante para él, sus logros académicos, todas sus pertenencias, su importancia en la comunidad, todo eso es basura ahora en comparación con el conocimiento maravilloso de Jesucristo, un conocimiento que supera todo lo demás.
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