La iglesia doméstica ocupa un domicilio: un departamento, una mansión, una cabaña, una granja, un pent-house, cualquier tipo de vivienda a la que llamamos hogar. Todo el mundo, desde el psicólogo junguiano casi agnóstico, Jordan Peterson, al “influencer” que se ha vuelto viral, el almirante de la marina William McRaven, y hasta tu propia mamá aboga a favor de ordenar el espacio donde uno habita como el primer paso hacia una vida exitosamente ordenada, tanto al nivel práctico como a nivel simbólico. Para aquellas personas que tengan una visión sacramental de la realidad, también diríamos que es a nivel físico y espiritual.
Comprendemos correctamente a la Iglesia a cada nivel - desde Triunfante hasta doméstica - como una comunión sagrada de almas, encarnadas corporalmente en la Tierra y destinadas para la gloria de la resurrección. Hasta el tiempo en cuando cesarán aquellos sacramentos sobre los que depende nuestra identidad católica y la creación está hecha perfecta, ¿cómo deberían los componentes sacramentales de la iglesia doméstica moldear a nuestra vida cotidiana? Nuestro Señor ha instituido los sacramentos y la Iglesia ha introducido varios sacramentales; por lo tanto, la iglesia doméstica debería justamente ver a sus rutinas regulares a la luz de la gracia. Sacramentales formales, oficiales y sacramentales comunes comprendidos más ampliamente[1] nos pueden orientar más profundamente hacia la vida sacramental litúrgica y la aplicación mejorada de sus frutos dentro de nuestra familia.
Bautismo
Cuando bendigo el agua nueva y oro por las personas que la utilizarán, pienso a veces que debería refrescar la fuente más seguido. Los efectos de iniciación primaria del Bautismo seguirán con nosotros para siempre a partir de nuestro encuentro con esa dichosa agua, simbólica de nuestra inmersión en los mares abiertos de este mundo para un viaje hacia el siguiente, incluso a través de las aguas de la muerte.[2] Los católicos contemplamos nuestra naturaleza material y espiritual y nuestra misión al irnos de la casa por las mañanas o irnos a la cama por la noche, haciendo uso del sacramental de agua bendita en nuestra iglesia doméstica, así como lo hacemos en nuestra iglesia parroquial. (¡Una hermosa fuente para colgar en la pared es un finísimo regalo para ofrecer a personas que se mudan a una casa nueva!) Otros sacramentales relacionados con el Rito del Bautismo incluyen objetos como veladoras benditas y hasta nuestra ropa. El expresar nuestra dignidad humana divinamente designada por medio del buen vestir recatado desde temprana edad, gracias al ejemplo de nuestros padres de familia y hermanos mayores, puede no solamente ahorrarnos más adelante unas batallas entre papás y adolescentes, sino que también formar una verdadera espiritualidad de nuestro carácter y llamado bautismales prepaándonos para el culto, el trabajo, el descanso y la recreación del día, todo en la medida correcta según el plan de Dios. “Los que han sido bautizados en Cristo, de Cristo se han revestido. Aleluya, aleluya.” [3]
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