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Un ministerio orgánico y comprensivo para los jóvenes

Bob Rice nos proporciona un bosquejo de cómo la pastoral juvenil puede seguir los mismos caminos con los que Dios nos pastorea.

El documento del USCCB [Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos], Renewing the Vision [Renovando la visión], enlistó los ocho componentes esenciales para el ministerio juvenil: la propugnación, la catequesis, la vida comunitaria, la evangelización, la justicia y el servicio, el desarrollo del liderazgo, el cuidado pastoral, y la oración y el culto. Sin embargo, muchos no entienden cómo se deben de entrelazarse.

Aprendamos de la Parábola

Entonces, ¿cómo podemos describir la conexión orgánica que debería de existir entre estos componentes del ministerio juvenil? Jesús nos dijo, ‘El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas’ (Mateo 13, 31.32). Así que permítanme construir sobre esta parábola para demostrar cómo los componentes de la pastoral juvenil pueden trabajar juntos.

Antes de que pueda crecer cualquier cosa, se tiene que labrar la tierra. Esta es la obra de la propugnación. Los jóvenes necesitan un lugar donde pueden crecer y ser pastoreados. Están en crisis, y se requiere que se establezcan medidas drásticas para alcanzarlos. Necesitan un compromiso de parte de la parroquia (y de la diócesis) en cuanto al tiempo, talento, y tesoro para luchar contra una cultura que es codiciosa de su atención y su devoción. No te esperes a que vayas a tropezar con tierra fértil para el ministerio con los jóvenes; tienes que trabajar para obtenerla.

La evangelización es la raíz del árbol. En la famosa parábola del sembrador y de la semilla, Jesús declara lo obvio: las plantas sin raíces mueren rápidamente. Del mismo modo, los jóvenes pueden emocionarse con lo que ofrecemos por medio de nuestros programas de pastoral, pero si no se les presenta una relación más profunda con Cristo, y si esa relación no está al centro del ministerio, entonces rápidamente se marchitarán y morirán. Del mismo modo, puedes cortar una planta de la tierra y ponerla en un vaso de agua. Al principio tal vez parezca saludable, pero pronto quedará sin valor. He visto un buen número de programas de pastoral juvenil que iniciaron con gran celo evangélico. Pero cortaron la raíz y pusieron la flor sobre una repisa, solo para quedarse preguntando porqué su ministerio ‘murió’ después de que todo iba tan bien.

La catequesis es el tronco del árbol. El fin de la catequesis es ‘poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo’ (CT 5). Un tronco le da al árbol una estructura visible.

Las ramas quizás retoñen en muchas direcciones, pero el tronco les da un lugar donde conectarse a la raíz que da la vida. Así que una profunda comprensión de la fe católica ‘aterriza’ al joven creyente en lo que es verdad y lo que no lo es. El tronco es la obra visible de la raíz subterránea. Así es la catequesis: comprender cómo orar el credo, celebrar los sacramentos, vivir como lo hizo Cristo, y estar en comunión con Él en la relación vital y personal que se llama oración – todo esto proporciona la estructura de su fe y para todo lo que serán y harán como católicos.

Una semilla no crece por sí sola. Se le tiene que regar con la oración y el culto. La oración es una parte de la catequesis (¡a veces esto se olvida!) así que ya tenemos algo de oración en el ‘tronco’ y ahora debemos de llevarles a experimentar la oración en la liturgia, en su comunidad, en su familia, y por sí solos, para que puedan ‘crecer’ en Cristo. Sin la oración, los retoños nunca podrán abrirse paso por el suelo.

Hay muchas hierbas malas en el jardín que se tienen que quitar para que el árbol pueda recibir los nutrientes que requiere. Este es el trabajo del cuidado pastoral. Dependiendo del suelo al que ha sido expuesto, puede que se requiera mucho trabajo para que se convierta en el terreno fértil que permita el crecimiento de la fe. Aun un árbol saludable puede ser dañado por fuerzas exteriores. El cuidado pastoral construye una cerca alrededor del jardín y fertiliza el suelo para mantenerlo puro y proporcionar las mejores condiciones de desarrollo para la fe de un joven.

En el capítulo 15 del Evangelio de San Juan, dijo Jesús, ‘Todo sarmiento que en mí… da fruto, lo limpia, para que dé más fruto.’ Compararía el trabajo de limpieza con el desarrollo del liderazgo. Sin Cristo, el desarrollo del liderazgo puede ‘enraizarse’ en el orgullo y en el egoísmo; con Cristo se trata de humildad y donación de sí. ¿Qué mejor imagen de liderazgo existe si no de Jesús que lava los pies de sus discípulos? ‘Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros’ (Juan 13, 13-15). No queremos que crezcan salvajes y sin forma. Queremos moldearlos en la imagen de Cristo, aquél que no ‘ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos’ (Marcos 10, 45).

La vida comunitaria son las hojas. Las hojas de un árbol dan una unidad visible a las muchas ramas que están debajo de ellas. Las hojas son también algo genuino. Están vivas porque están conectadas al tronco y a la raíz. Si la raíz se marchita, lo primero en morir son las hojas. Así también, el tipo de vida comunitaria a la que invitamos a los jóvenes no es algo superficial, basado en cómo se ven o en qué les gusta hacer – esos  grupitos los pueden encontrar en la escuela preparatoria. La vida comunitaria invita  a un joven a participar en algo mayor que ellos mismos, en una comunidad de amor centrado alrededor de la Eucaristía.

Finalmente, la justicia y el servicio son los frutos del árbol. ‘Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta’ (Santiago 2, 15-17). Dijo Jesús, ‘Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas’ (Lucas 6, 44). Las obras de justicia y de servicio son el don del árbol a los demás, y dentro del fruto está la misma semilla con la que la planta fue creada – la obra de la evangelización. Así debemos de tender la mano hacia las necesidades físicas y espirituales del mundo a nuestro alrededor, y el ciclo empieza de nuevo.

Conservémoslo orgánico

No se puede tener frutos sin la raíz. El ministerio toma tiempo. Conozco a algunos ministros de jóvenes que se sienten presionados por empezar un programa que incorpora todo de una vez. ¡No es natural! La única manera en la que puedes tener un jardín de un día para el otro es ir a comprar en una tienda un montón de plantas que otra persona cultivó (enfocar nuestro ministerio sobre los chavos ‘buenos’), o comprar plantas de imitación y meterlas en la tierra, y mantener la esperanza de que nuestro pastor no se dé cuenta.

Es un arduo trabajo pastorear a los jóvenes; no hay atajos. Un granjero no puede controlar las estaciones del año, pero puede trabajar con lo que se le es dado con la sabiduría de los que ya han pasado por allí. A Jesús le gustaban las parábolas agrícolas porque hay mucho acerca de la naturaleza que podemos ver en nosotros mismos.

Pero las parábolas solo pueden llegar hasta cierto punto. Al final del día, no estamos tratando con plantas sino con personas, hermosos jóvenes con una necesidad desesperada del amor que solo Jesús puede darles. Sí, son la semilla, pero también son llamados a ser los sembradores – los protagonistas de la vida de ministerio por su llamado bautismal a ser sacerdote, profeta y rey. Estos componentes nos dan una bella visión sobre cómo cultivar jóvenes discípulos, pero solo si los usamos guiados por la sabiduría vista en la pedagogía de Dios.

Spanish translation by Althea Dawson Sidaway: [email protected]

Dr. Bob Rice is an internationally known speaker, acclaimed musician, and innovative writer. He is Professor of Catechetics and the Director of the Masters of Arts in Catechetics and Evangelization at Franciscan University of Steubenville. He has a PhD in Theology from Liverpool Hope University where he researched Catholic youth and evangelization. He is a highly sought after presenter at youth conferences, young-adult gatherings, men’s conferences, parish missions, and catechetical workshops. Bob has authored many books, articles, and award-winning scripts that have helped people come to a deeper understanding of the Catholic faith. Bob has recorded numerous CDs and leads worship for over ten thousand people every year, mostly through the Steubenville Adult and Youth Conferences. He is the host of EWTN’s Franciscan University Presents. Bob lives in Steubenville with his beautiful wife Jennifer and their seven adorable children. You can find out more about him at bob-rice.com. He is the author of the life of Christ novel, Between the Saivior and the Sea, written through St. Peter's eyes and the spiriutality book, A 40-Day Spiritual Workout for Catholics.

This article is from The Sower and may be copied for catechetical purposes only. It may not be reprinted in another published work without the permission of Maryvale Institute. Contact [email protected]

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Current Issue: Volume 10.4

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