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Los tres papeles de los catequistas laicos: Los padres de familia como los catequistas primeros y principales

A lo largo de los siguientes números de la Catechetical Review, presentaré tres artículos que tratan del papel del catequista: desde las perspectivas de padre de familia, de docente en una escuela católica, y de voluntario parroquial. He desempeñado personalmente los tres papeles, y quiero aclarar desde el principio que ninguno tuvo la misma importancia personal para mí que aquél que se me confirió a través de mi vocación al matrimonio - la de ser esposo y papá, con responsabilidad por mi familia. Es en este punto que comenzaré.

En 1981, el Papa San Juan Pablo II publicó Familiaris Consortio. Recuerdo este evento como si fuera ayer porque se dirigía directamente a nuestras propias circunstancias. Mi esposa, Anne, y yo estábamos esperando el nacimiento de nuestro primer hijo. Una de las oraciones destacó y su impacto nunca me ha soltado: "Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse" (nº 36). Unos cuantos años antes, este mismo papa también había señalado que "Los mismos padres aprovechen el esfuerzo que esto les impone, porque en un diálogo catequético de este tipo cada uno recibe y da."[i] Nos refería que si nos dedicamos con empeño a esta tarea, sacaremos tanto provecho como nuestros hijos.

La educación católica que recibí en familia no había enfatizado este papel importante de los padres de familia en la catequesis. Mis papás eran católicos fieles y buenos. Rezábamos el Rosario y asistíamos a la Santa Misa con toda regularidad, pero no veían la necesidad de dar énfasis a nuestra formación religiosa. Esto se delegaba a la escuela católica, que desempeñaba esta función muy bien. Para cuando yo ya me convertí en papá, las cosas habían cambiado. La cultura se estaba secularizando muy rápidamente y socavando los mismos soportes culturales cristianos en los que mis papás confiaban. El Papa Juan Pablo II había vivido esta realidad en su propio país, Polonia. El gobierno comunista de Polonia se dedicó a minar la fe católica; la Iglesia respondió a este reto con la capacitación de los padres de familia para que ellos mismos asumieran el papel de la catequesis familiar. En 1979, Juan Pablo compartió unos consejos perspicaces, con base en su propia experiencia:

"[…] en los lugares donde una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la iglesia doméstica es el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis."[ii]

El énfasis que daba el Papa San Juan Pablo II a la "iglesia doméstica" retomaba un tema del Concilio Vaticano II. El éxito de los esfuerzos educativos de la Iglesia durante el siglo XIX y el comienzo del siglo XX había oscurecido el papel de los padres de familia como catequistas. Sin embargo, el papel de la familia en la transmisión del conocimiento de Dios es tan antiguo como la misma humanidad. Este patrón es tan consistente a lo largo del Antiguo Testamento que no necesito multiplicar los ejemplos en este espacio - unos cuantos bastan. La alianza que Dios le ofreció a Abraham implicaba una relación continuo con su familia a lo largo de las generaciones: su hogar tenía que ser un lugar para la instrucción, la oración y la adoración de Dios para poder dar seguimiento a la alianza. Esto se repetía en la Ley de Moisés: "Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte" (Deut 6:7). Al ofrecer, por medio de Cristo, la nueva Alianza, de ninguna manera se mermaba la importancia de la familia. Desde los primeros días de la Cristiandad, se consideraba a la familia como el lugar de reunión para la adoración y la oración, y el lugar preferido para la instrucción catequética. En Cristo, los esposos participan en el plan de Dios, siendo imagen en su matrimonio de la unión de Cristo con su esposa, la Iglesia. [iii]

Los Padres de la Iglesia también retomaron esta imagen de la familia como iglesia doméstica y destacaron el papel de los padres de familia como catequistas. Quizás el más elocuente en este sentido fue San Juan Crisóstomo, quien señaló cuál es la tarea catequética más importante de los papás: ejemplificar que el matrimonio cristiano es  'imagen de la Iglesia… Los dos cónyuges se han vuelto una sola carne. Esto no es símbolo vacío. No se han convertido en imagen de cualquier cosa terrenal, sino en la del mismo Dios.'[iv]  Ésta es la base de donde surge toda catequesis familiar. Podemos llegar a una nueva comprensión de los resultados prácticos que Crisóstomo deriva de esto a partir de estas líneas:

Al regresar a casa [de la iglesia], preparemos dos mesas, una para los alimentos y la otra para la Palabra de Dios, en la que el hombre deba de repetir las cosas que se dijeron en la iglesia [...] Haz de tu hogar una iglesia, porque tienes que rendir cuentas de la salvación de tus hijos y de tus siervos.[v]           

Los documentos del Concilio Vaticano II y documentos eclesiales posteriores contienen una gran riqueza de consejos con respecto a los padres de familia como catequistas.

La familia cristiana, que brota del matrimonio, es un reflejo de la unión de Cristo con la Iglesia. Esto pone de manifiesto la presencia viva de Cristo en el mundo.

Se reconoce a la familia como el lugar en donde se puede cultivar a la santidad bajo las siguientes condiciones: por el afecto mutuo de sus miembros y la oración que ofrecen a Dios en común; si toda la familia se hace parte de la adoración litúrgico de la Iglesia; y si la familia proporciona una hospitalidad activa, promueve la justicia y otras obras buenas al servicio de los necesitados. Se enumeraron las siguientes sugerencias: adoptar a los niños abandonados; dar hospitalidad para con los desconocidos; ayudar en el funcionamiento de las escuelas; proporcionar consejos y ayuda material para con los adolescentes; ayudar a las parejas comprometidas a casarse; dedicarse al trabajo catequético; apoyar a las parejas casadas y a las familias que pasan por situaciones de crisis materiales; socorrer a los ancianos con las necesidades para su vida.

El Papa Paulo VI desafía a las familias a que dediquen sus esfuerzos en superar las presiones que obstaculizan a las reuniones familiares y la oración en común, ya que la oración comunal es central. Recomienda rezar el Rosario en familia  e identifica al Oficio Divino como el punto alto al que la oración puede familiar pueda alcanzar.

La misión de la familia se resume en la evangelización y está constituida de cuatro aspectos:  la formación de una comunidad de personas; el servicio a favor de la vida; la participación en el desarrollo de la sociedad; el compartir la vida y la misión de la Iglesia. En el marco de una evaluación realista de las circunstancias de vida de las familias contemporáneas, el Papa Juan Pablo II les aconseja a que formen asociaciones con familias de pensamientos similares para el apoyo mutuo.

La familia es la "escuela natural y fundamental para la formación en la fe".  En la medida en que  su "iglesia doméstica" participe de la vida y de la misión de la Iglesia,  sus hijos e hijas podrán formarse en un sentido de la Iglesia.

El capítulo siete ofrece buenos consejos para los padres de familia en cuanto a la formación de sus hijos. De manera significativa, el Papa Francis advierte sobre el desafío que presenta la ideología actual de género que "niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia".[vi] Esta clara declaración es de gran consuelo para los padres de familia católicos que a menudo puedan sentirse acometidos por aquéllos que imponen un punto de vista contraria.

Quisiera concluir con una nota personal. El año pasado, el más joven de nuestros hijos se hizo adulto. Ya se une a sus cuatro hermanos y hermanas quienes están comprometidos con la práctica de su fe católica. Podrías decir que nuestra tarea catequética ya se concluyó. Sigue, sin embargo, en otros niveles: seguimos ofreciendo nuestros consejos y estamos involucrados con nuestros nietos. Nunca diríamos que hicimos un trabajo perfecto, pero hicimos nuestro mejor esfuerzo (la mayor parte del tiempo). Las enseñanzas de la Iglesia nos guiaron a lo largo de todo este tiempo y todos los días oramos por nuestros hijos. No obstante, quisiera llamar su atención sobre un consejo que seguimos de Familiaris Consortio. Formamos una asociación familiar - cuatro familias en total con quiénes nos hicimos y permanecemos como amigos muy cercanos. De hecho, nuestros hijos tuvieron otras tres series de "papás", cada una con algo distinto que podía ofrecer. Todos y cada uno de los veinticuatro niños que formaban parte de esta asociación han permanecido como católicos comprometidos practicantes. (Hace poco, formaron su propia asociación familiar.) No estamos diciendo con esto que hemos descubierto alguna  fórmula a prueba de fallas; en fin de cuenta,  incluso uno de los discípulos de Jesús eligió otro camino. Sin embargo, el consejo de la Iglesia resultó ser para todos nosotros muy confiable. Así que no es una tarea imposible ser un "padre o madre de familia catequista"; es un deleite y un privilegio. Pasamos la parte más alegre de nuestras vidas haciendo esto y por lo mismo to lo recomiendo.

El Dr. Gerard O’Shea es Profesor Adjunto de Educación Religiosa en la Universidad de  Notre Dame en  Sydney, Australia. Con su esposa, Anne, tienen cinco hijos y siete nietos.

Notas


[i] Juan Pablo II, Catechesi tradendae, nº 68.

[ii] Ibídem.

[iii] Cf. Efesios 5:32-33.

[iv] San Juan Crisótomo, Homilía nº 12, citado en Roth and Anderson, On Marriage and Family Life [Sobre el matrimonio y la vida familia], 75.

[v] Crisóstomo, En Genesium, Sermo 7 (PG 54:607), citado en Marc Ouellet, Divine Likeness: Towards a Trinitarian Anthropology of the Family [La semejanza divina: Un acercamiento a una antropología trinitaria de la familia] (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2006), Footnote 10, 41.

[vi] Papa Francisco, Amoris Laetitia, nº 56.

Spanish translation by Althea Dawson Sidaway: [email protected] 

Este artículo proviene de The Catechetical Review (Online Edition ISSN 2379-6324) y puede reproducido para fines catequéticos solamente. No puede ser reimpreso en ninguna otra publicación sin el permiso de The Catechetical Review. Favor de escribir a: [email protected] para solicitar cualquier aclaración o permiso.

Dr. Gerard O’Shea, is a Professor of Religious Education at the University of Notre Dame, Australia, in Sydney. He is the author of Educating in Christ: A Practical Handbook for Developing the Catholic Faith from Childhood to Adolescence, For Parents, Teachers, Catechists and School Administrators. (Angelico Press, 2018). He and his wife Anne have five children, and seven grandchildren.

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