Vemos las maneras en las que tanto los documentos del magisterio universal como los documentos de enseñanza de los obispos locales pueden sustentan nuestra catequesis.
Durante su largo pontificado, el Papa Juan Pablo II reafirmaba consistentemente la perenne enseñanza cristiana sobre la vocación al matrimonio. En Familiaris consorcio, proclamó que la ‘familia es la célula primera y vital de la sociedad’ i y el Catecismo, que él promulgó, declara que ‘[l]a vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer’ (CIC 1603).
Mientras que la vocación al matrimonio es claramente definida dentro de la enseñanza católica, existe un esfuerzo omnipresente para intentar redefinir esta vocación al matrimonio como la unión entre dos personas, sin distinción de sexo. Este debate sobre el matrimonio ‘entre personas del mismo sexo’ está vivo y pataleando y no demuestra ningún signo de disminuir.
El debate empezó a ganar terreno durante el siglo XXI, y en 2001, los Países Bajos se convirtieron en el primer país que legalizara el matrimonio entre personas del mismo género – con todos los derechos y privilegios del matrimonio tradicional. Desde entonces, por lo menos seis otros países han seguido el ejemplo y vienen más en camino.
Este artículo destaca algunos de los principios fundamentales que ayudarán a explicar por qué el matrimonio no puede ser entre dos personas del mismo género. Aunque la fe cristiana sea enraizada en la Divina Revelación, gran parte de este artículo se enfocará en el entendimiento del matrimonio dentro del orden moral natural. ‘La gracia supone la naturaleza’ ii; por lo tanto, comprender los orígenes naturales del matrimonio ayudará a los cristianos a defender el matrimonio tradicional tanto delante de los cristianos como los no cristianos. Debemos de tomar en serio la exhortación de San Pedro a estar ‘siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza’ (1 Pe 3, 15). Es importante que entremos en este debate cultural con claridad y con caridad.
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