Three Roles of Lay Catechists: The Vocation of the Catholic School Teacher
In 1977, I began my work as a teacher in a Catholic school, and I have been involved with this vocation, in one way or another, for the whole of my adult life. For my heritage, I had inspiring predecessors who had worked hard to establish a Catholic educational system in my country of Australia. It seems that a major effort of evangelization for the Catholic Church throughout the nineteenth century was focused on the establishment of Catholic schools. The strategy was to pass on the faith by situating it in the context of an overall educational vision. This priority is reflected in the number of religious orders founded at this time, which had teaching as their main apostolic goal. In part, this was also a response to the rising challenge of secularization, which aimed to exclude, or at least to marginalize, the teaching of religion in the newly developing project of universal compulsory education in schools run by the state. This attack on religious education was vigorously resisted by the Church. The following Australian example is representative of similar efforts throughout the world, including the United States.
At their 1862 Provincial Council, the Australian bishops insisted on the integrated nature of Catholic education and refused to accept the notion that religious education could be quarantined from the overall educational curriculum, with no capacity to influence other subject areas:
"Catholics do not believe that the education of a child is like a thing of mechanism that can be put together bit by bit. Now a morsel of instruction on religion, and then of instruction in secular learning – separate parcels. We hold that the subject taught, the teacher and his faith, the rule and practices of the school day, all combine to produce the result which we Catholics consider to be education."
Moreover, Archbishop Roger Vaughan of Sydney, the man credited with organizing the Australian Catholic school system, insisted that a Catholic school would not be successful if it was simply a place of instruction; it needed to be a place of holiness. Therein was the key! It has always been my understanding that this lies at the very heart of what a teacher in a Catholic school is meant to be doing: striving for an ever deeper relationship with Christ through the Church, and passing on the fruits of this to the students.
Listening and Accompaniment in a Catholic School
In Evangelii Gaudium, Pope Francis speaks of two necessary “arts” for evangelization: the “art of accompaniment” and the “art of listening.” The Holy Father stresses that these intrinsically linked arts should mainly focus on the persons being evangelized, by truly seeking to know them and binding ourselves to walk with them wherever they are at in life:
La confirmación: una iniciación, no la finalización
Al Sacramento de la Confirmación se refiere a menudo como "un sacramento en busca de una teología", o "un sacramento en busca de sentido" entre los ministros del sacramento. Aunque los documentos catequéticos presenten una consistente teología de la Confirmación, la diversidad en la práctica pastoral de diócesis a diócesis, e incluso de parroquia a parroquia dentro de la misma diócesis, sugiere que el Sacramento de la Confirmación tuviera diferentes sentidos y hasta diferentes teologías. En lugar de esto, propongo que la diversidad en la práctica no es el resultado de una teología variable, sino que se debe a diferentes enfoques pastorales. En su libro, Confirmation: The Baby in Solomon's Court [La confirmación: el bebé en la corte de Salomón], el Pbro. Paul Turner, sacerdote de la Diócesis de la Ciudad de Kansas - San José, Missouri, describe siete modelos de praxis en la tradición cristiana.[i] Utilizando el marco referencial del P. Paul como base para mis reflexiones, he distinguido tres modelos distintos para la práctica pastoral de la Confirmación hoy en día.
El Rito de Iniciación Cristiana para Adultos: En el caso de los catecúmenos adultos, la Confirmación se celebra inmediatamente después del Bautismo, en la misma liturgia. Los niños mayores a siete años deberían de ser incluidos en este modelo. En el caso de candidatos adultos, la Confirmación se celebra con adultos que fueron bautizados como católicos pero que no siguieron con su formación en la fe, o fueron bautizados en alguna otra tradición cristiana y que deseen entrar en plena comunión con la Iglesia Católica.
La Confirmación en el orden restaurado: Algunas diócesis[ii] celebran el Sacramento de la Confirmación antes del de la Eucaristía. Este modelo restaura el orden de la celebración de los Sacramentos de Iniciación al orden que tenía la Iglesia Universal hasta el año 1910.[iii] Aunque varíe la edad de la celebración en cada diócesis, generalmente situándose entre los ocho y los diez años de edad, el orden de la celebración ubica a la Confirmación antes de la Eucaristía.
La Confirmación de Candidatos Adolescentes: El Sacramento de la Confirmación se celebra después de la Primera Eucaristía, en algún momento durante la adolescencia; hay mucha variación en la edad para esta práctica, y generalmente abarca a los jóvenes entre trece y diecisiete años de edad.
Debido a la diversidad en las edades y circunstancias de los candidatos, se utilizan muchos diferentes enfoques hoy en día. Esto presenta retos únicos, entre los cuáles existe una confusión en cuanto a la teología del sacramento.
Confirmation: Initiation Not Completion
The Sacrament of Confirmation is often referred to as “a sacrament in search of a theology” or “a sacrament in search of meaning” among pastoral ministers. Even though the catechetical documents present a consistent theology of confirmation, the diversity in pastoral practice from diocese to diocese, and even from parish to parish within the same diocese, would suggest that the Sacrament of Confirmation has different meanings and even different theologies. Instead, I propose that the diversity in praxis is not the result of a variant theology, but rather of different pastoral approaches.
Reportaje final de la serie: La catequesis para las personas con discapacidades
En esta serie de reportajes relacionados con la catequesis para las personas con discapacidades, volvemos la mirada hacia San Pablo quien nos dijo que nuestra actitud debe de ser la de Cristo (Cf. Fil 2:5). En este último artículo de la serie,[i] veremos una gran variedad de condiciones incapacitantes que pueden afectar a los adultos que catequizamos o con quienes compartimos la banca en Misa. La respuesta clave en cada circunstancia es el respeto continuo, auténtico y de corazón.
Dice el Papa Francisco, "En esta época en la que el cuidado del cuerpo se ha convertido en un mito de masas y por tanto en un negocio, lo que es imperfecto debe ser ocultado, porque va en contra de la felicidad y de la tranquilidad de los privilegiados y pone en crisis el modelo imperante."[ii] Se opone a la idea de que "una persona enferma o discapacitada no puede ser feliz, porque es incapaz de realizar el estilo de vida impuesto por la cultura del placer y de la diversión". [iii]
Miren cómo estos cristianos se aman: La catequesis para personas con un trastorno de espectro autista
El autismo ha captado la atención de muchas personas gracias a los medios masivos de la comunicación, mas sin embargo, perdura mucha ignorancia sobre el tema. La organización, Habla el Autismo (Autism Speaks), afirma:
Trastornos del espectro autista (TEA) y autismo son ambos términos generales para referirse a un grupo de complejos trastornos del desarrollo cerebral. Estos trastornos son caracterizados, en grados variables, por dificultades en la interacción social, la comunicación verbal y no-verbal y comportamientos repetitivos.[1]
Para algunos, su conocimiento del autismo proviene de las películas y de la televisión. En 1988, Dustin Hoffman y Tom Cruise protagonizaron la película Rain Man, que trata de la relación entre dos hermanos. El personaje de Hoffman, Raymond Babbit, es autista con síndrome de savant (que significa sabio en francés), un término que "se refiere a personas con autismo que tienen habilidades extraordinarias que la mayoría de las personas no exhiben"[2]. Este personaje tiene la capacidad para recordar todo lo que ve y oye, aunque no sea capaz de sostener una conversación significativo. En la mente de muchas personas, esta es la cara del autismo, cuando de hecho esto rara vez sucede.
El servicio a los niños con necesidades especiales
En este número, miramos específicamente a la catequesis para niños cuyas edades oscilan entre los cuatro y los trece años. En el próximo número de The Catechetical Review, nos dedicaremos a los jóvenes de la edad típica de la educación media superior juntos con los adultos.
Los niños
En todo nuestro discurso sobre las personas con discapacidades, repetimos continuamente que nuestra actitud debe de ser la de Cristo. En esencia, eso significa que debemos de amar. Jesús amaba a los niños: "Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos" (Mt 19:14). También nos dice: "Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos" (Mt 18:3).
Podemos prever que tendremos niños con muchas discapacidades diferentes en nuestros programas de catequesis. La discapacidad más común será alguna dificultad cognitiva o retos en la comprensión de la lectura. Muchos de nosotros veremos a un niño que se ubica dentro del espectro del autismo. Puede ser que los catequistas voluntarios quienes tengan muy poca preparación para el manejo de estas necesidades especiales relinchen ante el tener a un niño así en su salón de clases ya que se consideran mal preparados para un reto de esta índole. Esto es comprensivo. Sin embargo, Jesús nos dice que dejemos que los niños vengan a Él. No incluía ningún límite ni reserva. Por consiguiente, hay que asegurarnos que todos los catequistas reciban una capacitación básica en la catequesis de niños con necesidades especiales. Fundamentalmente, sin embargo, los catequistas deben de poseer un gran amor por el Señor y un gran amor por los niños.
Catechesis for Persons with Disabilities: Adults with Disabilities
In this series of articles concerning catechesis for persons with disabilities, we have been looking to St. Paul who told us that our attitude must be that of Christ (cf. Phil 2:5). In this last article of the series,[i] we will look at a wide variety of disabling conditions that may be affecting adults we catechize or with whom we share a pew at Mass. The key response in every circumstance is continuing, authentic, and heart-felt respect.
Pope Francis says, “In an age when care for one’s body has become an obsession and a big business, anything imperfect has to be hidden away, since it threatens the happiness and serenity of the privileged few and endangers the dominant model.” He opposes the idea that persons with disabilities “cannot be happy, since they cannot live the lifestyle held up by the culture of pleasure and entertainment.”[ii]
So what does this mean for us on a practical level? Initially, we must remember that a person is a person, no matter the age, condition, or disability. Then we must take into consideration the disability itself, as well as the age of onset and the cause of the disability, and what the future may hold for the person.
Making Space for Conscience Formation
“The truth will set you free” (Jn 8:32). A large, prominently displayed banner with this proclamation greeted my high school students every semester that I taught Morality class. I spent many of the ensuing months unpacking this verse and its implications. What is truth? Or better, who is truth? What does it mean to be free? Crucial to this inquiry was a thorough study of the Church’s teaching regarding conscience. Any catechist would agree that we do not want to train our students to blindly follow a set of rules; instead, we want to be the conduits for them to develop a dynamic freedom to choose the ultimate good. This is the importance of properly teaching about conscience, which is “present at the heart of the person” and “enjoins him at the appropriate moment to do good and to avoid evil.”[i] If we merely memorize a list of laws and then try by our own power to live by them, we will always fail. New, unique moral challenges arise every day. However, if we have a well-formed conscience, then we have the ability to choose the good in every situation.
Children's Catechesis: A Developmental Approach to Conscience Formation
If we wish to assist learners in forming a Catholic conscience, it is important for us to understand how individuals typically grow and change over the lifespan with regard to moral thinking and reasoning. The way we approach moral catechesis and conscience formation will vary somewhat depending upon the developmental level of the individual. One characteristic that is common to all learners, especially during the childhood years, is their need to access the material in multisensory ways. Some individuals are visual learners. Some are most engaged when material is presented verbally. Still others need to move and interact with what they are learning. The following is a brief discussion of conscience formation at various ages, with recommendations for multisensory activities to aid in teaching at each developmental level.