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El acompañamiento en la verdad y en la caridad: el camino a la libertad auténtica

Talladas en piedra arriba del portal de entrada al patio de la institución educativa fundacional de nuestra Congregación se encuentran las palabras (en latín por un lado y en inglés por el otro): dar a conocer la verdad es la caridad más grande. Durante los seis años en que impartía clases en aquella escuela, no ignoraba que esta fuera una declaración controvertida en nuestro mundo actual. Cuando pensamos en la caridad, pensamos en actos realizados para servir a los pobres, como las obras corporales de misericordia. Si pensamos en la caridad en cuanto al habla, muchos la asocian con actitudes y palabras de tolerancia que eviten toda confrontación. Sin embargo, me atrevo a afirmar que poca gente piensa espontáneamente que la verdad y la caridad son por necesidad vinculadas. Pero, éste es central al mensaje y a la Persona misma de Jesucristo, Quien enseñó no solamente que Dios es Amor (1 Jn 4,8), sino que Él, como Dios Encarnado, es el Camino, la Verdad, y la Vida (Jn 14,6).

Podemos preguntarnos porqué la verdad ha caído en desprestigio. Va más allá del alcance y los límites de este artículo explorar en profundidad los efectos de la Ilustración que han llevado a algunos a dudar si la verdad siquiera existe, especialmente en cuanto a los conocibles bienes éticos universales. Dado que este artículo pretende abordar el enfoque pastoral sobre la verdad, merece que nos tomemos el tiempo para explorar algunas razones al nivel de la aplicación por las que la gente pueda percibir cierto divorcio entre la verdad y la caridad.

Retos al matrimonio de la verdad y la caridad

Rembrandt's painting of The Return of the Prodigal Son¿Por qué dar a conocer la verdad es una de las formas (si no la forma) más altas de la caridad? Jesús dijo, “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Jn 8,32). Son pocas las personas que disputarían el hecho de que hoy en día todos queremos ser libres, pero puesto que la libertad a menudo se ha interpretado como licencia para elegir entre todas las alternativas posibles, sin importar el impacto que tenga sobre sí mismo y sobre las demás personas, debemos de reexaminar la libertad en sí a la luz de la verdad.

Teológicamente hablando, podemos afirmar que el don de la libertad se nos da de parte de nuestro Creador Quien nos hizo en Su imagen, capaces de conocer la verdad de lo que es bueno, y, por lo tanto, capaces también de elegir lo que es bueno, eligiendo, en último término, amar. Según el gran tomista, Servais Pinckaers, el énfasis excesivo que pone el voluntarista sobre la voluntad resultó en una noción de “libertad para la indiferencia” que es meramente la capacidad de elegir entre dos contrarios que proceden únicamente de la voluntad.[1] Desde esta perspectiva, cada elección es independiente, sin ningún fin unificador a la vista. La ley no solamente es externa a nuestra libertad, sino que también limita nuestra libertad por medio de obligaciones impuestas desde afuera.

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Sr. Mary Madeline Todd, OP entered the Dominican Sisters of Saint Cecilia in 1991. She teaches theology and English at Aquinas College, having studied theology at Franciscan University of Steubenville (MA) and the Pontifical University of St. Thomas Aquinas (STD) in Rome. She writes and speaks on spiritual and moral theology, especially on the dignity of the human person in Christ.  

This article is from The Catechetical Review (Online Edition ISSN 2379-6324) and may be copied for catechetical purposes only. It may not be reprinted in another published work without the permission of The Catechetical Review by contacting [email protected]

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Current Issue: Volume 10.4

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