El Catecismo de la Iglesia Católica se refiere a los Sacramentos como, “‘las obras maestras de Dios’ en la nueva y eterna Alianza” (1116). Los Sacramentos nos confieren una gracia especial que nos auxilia para llegar a ser el pueblo para el cual Dios nos creó. Desafortunadamente, muy a menudo se acercan a la primera celebración de los Sacramentos en la niñez como si fuera un hito único en el desarrollo del niño o de la niña, en lugar del comienzo de una celebración de por vida o un paso más adelante en la conversión constante de la persona.
Tanto la experiencia como la investigación nos han demostrado que el período de preparación para los Sacramentos de la Penitencia y Reconciliación y de la Eucaristía es una ocasión singular cuando hasta las familias tan solo marginalmente conectadas a la parroquia están dispuestas a dedicar más tiempo a su formación. Esta puede ser una oportunidad para la evangelización, si los catequistas y los dirigentes de la catequesis se mantengan abiertos al Espíritu Santo y enfoquen su catequesis no solamente en la preparación para la recepción inicial de los Sacramentos, sino también en las maneras en las que los Sacramentos pueden cambiar nuestra vida.
El Sacramento de la Penitencia y Reconciliación
El Sacramento de la Penitencia y Reconciliación nos reconcilia con Dios y con su Iglesia. Citando al Concilio de Trento, el Catecismo describe sentimientos de paz y de “tranquilidad de la conciencia” como resultado de la celebración del Sacramento (1468). Nuestra amistad con Dios es restaurada, así como nuestra dignidad como sus hijos. Esta conexión con el Padre y la confianza en su amor nos fortalecen para seguir delante de acuerdo a su plan para nuestra vida. Una conciencia limpia también nos ayuda a cercer en santidad, en parte porque nos hace más sensibles al pecado en nuestra vida. Cuando limpiamos algo, nos motiva más para mantenerlo limpio, y somos más propensos a notar pequeñas manchas cuando se dan. Así mismo, al ser liberados del pecado por medio de la Confesión nos ayuda a permanecer más conscientes de la posibilidad cercana de volver a pecar. Al reconciliarnos los unos con los otros, el perdón que reicibimos en el Sacramento de la Penitencia y Reconciliación también nos recuerda vivir en paz con nuestros vecinos, perdonando a los demás como nosotros mismos hemos sido perdonados.
Consejos prácticos para los catequistas y los directores de la catequesis
Para ayudar a los niños y a sus familias a vivir los frutos del Sacramento de la Penitencia y Reconciliación, considere lo siguiente:
- Aliente a las familias a que asistan a la Confesión con regularidad. Denles el horario de las Confesiones en su parroquia. Anímenlos a que asistan como familia, quizás cada mes. Recuerden a los niños y a sus papás que el Sacramento de la Penitencia y Reconciliación no está reservado tan solo para pecados graves, sino que nos ayuda a fortalecer nuestra determinación por evitar todo pecado y por crecer en santidad.
- Proporcione a las familias un examen de conciencia apropiado para toda la famila, y anímeles a que hagan uso diario del mismo, quizás antes de acostarse. Es de mucha ayuda que todos los miembros de la familia examinen su conciencia, anotando las veces en el día en que siguieron la voluntad de Dios y cuando fallaron.
- Fomente entre las familias su retorno al Sacramento de la Penitencia y Reconciliación la semana antes de las Misas de Primera Comunión, cuando exista un intervalo de tiempo entre la primera celebración de la Penitencia y la primera celebración de la Eucaristía.
- Ofrezca una fuerte catequesis sobre las Bienaventuranzas y su significado en la vida de los niños y las familias, recalcando que la enseñanza de Jesús en este pasaje nos ofrece una nueva perspectiva sobre el cómo cultivar la mente y el corazón en un discípulo de Jesús. Cuando hablamos de vivir una vida de santidad, a menudo enfocamos el evitar el pecado (lo cual es esencial), pero las Bienaventuranzas van más allá de esto, ya que nos señalan lo que deberíamos de hacer y nos demuestran nuestro destino como hijos de Dios.
El Sacramento de la Eucaristía
En la Eucaristía, Jesús mismo se comparte con nosotros – Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. San Agustín, en su Homilía de Pascua 227, dice, con referencia al Cuerpo y a la Sangre de Jesús en la Eucaristía: “Si lo habéis recibido santamente, vosotros sois lo que habéis recibido”. La Eucaristía fortalece nuestra conexión con Jesucristo y “conserva, acrecienta, y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo” (CEC, 1392). La Eucaristía también nos limpia del pecado venial y nos preserva de futuros pecados mortales (CEC, 1395). La Eucaristía también nos une más estrechamente al Cuerpo Mïstico de Cristo, la Iglesia (CEC, 1396). Nos une más con la Famiia de Dios.
Después de ser alimentados con la Eucaristía en la Santa Misa, somos enviados para vivir como Cristo en el mundo. Esto significa esforzarse por servir a los demás, de manera especial a los necesitados. El Catecismo señala que la Eucaristía “entraña un compromiso en favor de los pobres”, diciendo “Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos (cf Mt 25,40)” (1397).
Consejos prácticos para los catequistas y los directores de la catequesis
Para ayudar a los niños y a las familias a vivir los frutos de la Eucaristía, considere lo siguiente:
- Impulse entre las familias el seguimiento de la enseñanza de la Iglesia para recibir a la Eucaristía cada domingo y en los días de precepto. Al saber que hay familias que consideran a la Primera Comunión como hito único o “rito de iniciación” para su hijo, recuerde con delicadeza a las familias en las reuniones de padres de familia y en la correspondencia escrita que la Iglesia Católica “sigue enseñando los Diez Mandamientos”, y esto incluye el Mandamiento de santificar las fiestas, comenzando con la observancia del Día del Señor. Los Mandamientos serán parte importante de la formación de su hijo para el Sacramento de la Penitencia. Como psicólogo infantil, a menudo he señalado a las familias que cuando los niños aprenden los Mandamientos y comprenden que Dios nos pide rendirle culto el primer día de la semana, si sus papás no hacen sinceros esfuerzos para seguir esta enseñanza (u otros Mandamientos), están colocando a su hijo en un terrible aprieto. El niño es obligado a elegir entre tomar los Mandamientos de Dios como algo menos serio o ver que sus papás están en pecado grave. Poner a un niño en una posición en la que está obligado a elegir entre sus papás y Dios no es justo.
- Hable frecuentemente con los niños acerca de las maneras en que se espera verlos crecer al irse acercando a Jesús por la Eucaristía, y anime a los papás a que hagan lo mismo. Recalque que quizás esto no suceda de una vez, pero sucederán al alimentarse del Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor. Después de todo, una comida saludable no le da a nuestro cuerpo todos los nutrientes que necesitamos, pero cuando comemos alimentos saludables con regularidad, nos hacemos más fuertes y saludables, y menos probables de enfermarnos. Del mismo modo, el recibir la Eucaristía con regulariadad nos ayuda a hacernos más fuertes espiritualmente, nos fortalece para realizar las cosas buenas para las que Dios nos creó, y nos ayuda a resistir la tentación y a evitar el pecado.
- Ponga énfasis en la relación entre recibir a Cristo en la Eucaristía y vivir como las manos y los pies de Cristo en el mundo. Dé a las familias maneras practices con las que puedan servir a los demás, quizás por medio de apostolados parroquiales como una despensa alimentaria o una campaña de recolecta de provisiones para las mujeres embarazadas en crisis, por ejemplo. Haga una lista de organizaciones caritativas locales que permitan que las familias se ofrezcan como voluntarios juntos.
Dios nos ha regalado grandes dones en los Sacramentos. Estos encuentros con Jesucristo mismo tienen la potencial para cambiar nuestra vida cuando estamos abiertos a la gracia que se nos ofrece. Que Dios le bendiga mientras apoye a los niños y a sus familias en su comprensión del tesoro que es suyo al encontrarse con Jesús en la Penitencia y en la Eucaristía.
Dr. Joseph White es psicólogo clínico infantil y antiguo director parroquial de la catequesis. Actualmente funge como Consultor Catequético Nacional para la editorial Our Sunday Visitor Publishing y es el autor del libro, The Way God Teaches: Catechesis and the Divine Pedagogy (= Cómo enseña Dios: la catequesis y la pedagogía divina) (Our Sunday Visitor, 2014).
Original English found here. Translation by Althea Dawson Sidaway [email protected]
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This article is from The Catechetical Review (Online Edition ISSN 2379-6324) and may be copied for catechetical purposes only. It may not be reprinted in another published work without the permission of The Catechetical Review by contacting [email protected]