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Una vida en abundancia como agente de pastoral en la Iglesia Católica: Las Ocho Mejores Prácticas

“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Juan 10,10

Al colaborar con Jesús en el pastoreo del rebaño en Su Nombre, ¿qué aspecto tiene la abundancia para ti? Con el paso de los años, a través del coacheo directo y al impartir talleres y retiros, hemos identificado las ocho mejores prácticas para tener una vida en abundancia como agente de pastoral.

1. Toma tu cruz y síguelo a Él.
Los tres Evangelios sinópticos incluyen este mandamiento aleccionador de parte de Nuestro Señor (ver Mateo 16, 24-26; Marcos 8,34; y Lucas 9,24). Jesús, como el mejor de los psicólogos, ofrece este consejo, no como una realidad oscura y opresora, sino como una forma para comprender cómo ser un agente de pastoral efectivo. Hay que notar que Jesús dice “toma tu cruz”. Tantas veces en nuestro apostolado, cedemos a la tentación por tomar la cruz de otra persona, pero esto no es el mandamiento de nuestro Señor amoroso. Hay una delgada línea entre ayudar a alguien y cargarle la cruz por esta persona. Debemos orar para pedir la sabiduría para distinguir esta delgada línea, para que no estemos cargando las cruces de los demás.

Además, en los libros sinópticos, hay que fijarse en lo que hace Jesús a continuación. ¡Se lleva a Pedro, Santiago y a Juan y se transfigura delante de ellos (ver Mateo 17, Marcos 9, y Lucas 9,28)! El Señor nos ordena a que tomemos nuestra cruz y que lo sigamos – ¡hacia la Transfiguración! Todas las cruces que cargamos, cuando se unen a la única Cruz de Cristo, resultarán en unas resurrecciones específicas; esa es la garantía divina cuando tomamos nuestra cruz y lo sigamos.

Para reflexionar: ¿Cuáles son tus cruces particulares? ¿Sueles responsabilizarte por las cruces de las personas que pastoreas? ¿Cómo puede Jesús ayudarte a encontrar el equilibrio?

2. Sana tus heridas mayores.
Hay dos respuestas a toda herida física, psicológica, o espiritual: resurrección o infección. Escoge sabiamente. Todo agente de pastoral tiene sus heridas – pequeñas y grandes – en su vida. Es necesario que nos dirijamos con toda intencionalidad a las heridas principales y que permitamos al Espíritu Santo a que las sane para no herir a los demás por estas heridas personales. Los agentes de pastoral que han sanado sanan (por la resurrección), y los agentes de pastoral lastimados lastiman (por infección). Jesús quiere que le dediquemos el tiempo y los recursos necesarios para considerar y sanar las heridas mayores que originaron en nuestra familia de nacimiento, nuestro pasado y nuestro presente.

Típicamente, las heridas se suscitan en el marco de relaciones inseguras, entonces la sanación se dará dentro de unas relaciones seguras. En nuestra vida, estas relaciones han sido: la dirección espiritual, el coacheo católico (y los mejores coaches se dejan enseñar), y terapia de salud mental (los mejores terapeutas están abiertos a la terapia).

No le damos entrada a quienquiera a nuestro santuario de sufrimiento. Tenemos que ejercer prudencia. Un buen lugar para comenzar a sanar heridas mayores es con un sacerdote o diácono de nuestra confianza. Si no puede, o no tiene la capacidad para hacer este viaje contigo, pregunta si conoce un buen director espiritual o terapeuta católico. Si no le pueden recomendar a uno, llama a tu oficina diocesana para el matrimonio y la familia; a menudo esta oficina tiene una lista de terapeutas que han ganado su confianza a lo largo de los años. Al pasar por el proceso de sanación, hay motivos de gran esperanza, con base en lo que leemos en Romanos 8,28: “Sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito.”

San Pablo conocía el poder de las heridas en su vida. Conocía la vergüenza consecuencia del fervor con el que perseguía a los cristianos. Experimentó la traición, pruebas y sufrimientos extremos en su ministerio. Mas, sin embargo, tenía la fe, la osadía, y la valentía para escribir que todas las cosas cooperan para bien. En otras palabras, no son solamente las cosas buenas que hago que le sirven a Dios, sino que todas las cosas cooperan para el bien en el caso de los que aman a Dios. Esta es una garantía divina de que todas tus heridas pasadas y presentes pueden cooperar para bien.

Para reflexionar: ¿Existe algunas heridas importantes psicológicas o espirituales en tu vida que te pide el Espíritu Santo que sanes?

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This article is from The Catechetical Review (Online Edition ISSN 2379-6324) and may be copied for catechetical purposes only. It may not be reprinted in another published work without the permission of The Catechetical Review by contacting [email protected]

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