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La iglesia doméstica

¿De qué manera es la familia un camino a la santidad? ¿Qué quiere decir la Iglesia al referirse a la familia como iglesia doméstica? Un breve resumen de la Escritura y del desarrollo de la aplicación el término nos será útil.

El judaísmo siempre ha puesto el énfasis en la familia. La familia es todo para Israel. Sin ella, no hay alianza, y esto queda muy claro en el Antiguo Testamento. Sin embargo, existe cierta tensión dentro del Nuevo Testamento. En los Evangelios, Jesús parece ser crítico de la familia. En su llamado al discipulado, dice Jesús, “Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lc 14,26). En lugar de unir a la familia, Jesús parece ser la causa de su división: “Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa” (Mt 10,35-36). Para muchos judíos, la amenaza contra la familia que hace Jesús se puede entender como una amenaza contra la misma alianza. Sin embargo, como dice Jesús acerca de su relación con la Ley, no tiene la intención de abolirla, sino de consumarla. ¿Esto incluye a la familia?

La “iglesia doméstica” como término para describir a la familia cristiana ha llegado a ser una expresión cotidiana en años recientes. A pesar de haber sido utilizado por los Padres de la Iglesia, el término cayó en desuso durante más de un milenio. Después del Concilio Vaticano II, se ha vuelto más común, asegurando su lugar en el Catecismo de la Iglesia Católica, que declara: “La familia cristiana constituye una revelación y una actuación específicas de la comunión eclesial; por eso [...] puede y debe decirse iglesia doméstica” (2204), y este concepto se desarrolla más en la sección sobre el Sacramento del Matrimonio en los párrafos 1655-1658.

La obra de Dr. Joseph C. Atkinson, Biblical and Theological Foundations of the Family: The Domestic Church [Fundamentos bíblicos y teológicos de la familia: la iglesia doméstica], es, en mi opinión, el mejor estudio en profundidad de la iglesia doméstica. Explora la finalidad de la familia en la Historia de la Salvación, comenzando con el Antiguo Testamento hasta su desarrollo en los años posteriores al Concilio Vaticano II.

El Antiguo Testamento

El papel de la familia en Israel tiene tanta importancia que apenas se nota; los académicos judíos rara vez lo comentan siquiera. En una entrevista de la editorial Mars Hill Audio, Dr. Atkinson narra que cuando realizaba su trabajo doctoral sobre la familia y su función en el Antiguo Testamento, descubrió que muy poco se ha escrito sobre el significado teológico de la familia en el judaísmo. Más tarde le preguntó a un rabino el porqué de esto, y éste le contestó, “Pues, [la familia] es como el aire. Estamos envueltos por el aire. Nos sumergimos y nos deleitamos en ella. Es absolutamente todo. No podemos vivir sin ella.” [1]

La familia como iglesia doméstica está fundamentada en la antropología hebraica que comprende a la persona humana en términos corporativos. Esta noción abunda en el Antiguo Testamento. En una entrevista, Atkinson aclaró el concepto por medio de un proverbio africano: “Yo soy porque nosotros somos.” Una idea así contrasta con la comprensión moderna del Occidente de la persona humana como “individuos aislados, autónomos y autodeterminantes” [2]

La comprensión eclesial de la familia cristiana como iglesia doméstica presupone una antropología corporativa como la que se encuentra en todo el Antiguo Testamento, y esto debe de articularse claramente para comprender por qué gran parte del pensamiento contemporáneo sobre la familia, suponiendo una antropología individualista, no puede ser aceptado por los cristianos.

En el libro de Génesis, la familia es el fruto del matrimonio y su fin: “[Dios] los bendijo, diciéndoles: ‘Sean fecundos, multiplíquense’” (Gn 1, 28). La fecundidad del matrimonio replica la imagen de Dios en todo el mundo, ayudando a realizar la intención que tiene Dios de atraer a la humanidad hacia una comunión plena con Él por medio de las alianzas, principalmente la alianza con Abram. Es de vital importancia notar que estas alianzas y sus promesas se hacen con individuos y sus familias. Las alianzas son familiares. Abram y su familia han sido escogidos y elegidos para volver al mundo como el Edén. Este es el fin de Israel. Por esta razón, las genealogías humanas (tol’dot) en el Antiguo Testamento son importantes dado que ayudan a cumplir la trayectoria, que culmina en Jesús. Él realiza el fin de Israel, el cual es llevar a todas las naciones a la plena comunión con Dios al llevarnos a la plena comunión consigo mismo. Pero, la importancia de la familia como portadora tangible de la alianza ¿llega a su fin con la venida del Mesías y la nueva familia de la Iglesia, o se realiza plenamente por Cristo?

El Nuevo Testamento

El enfoque sobre Cristo no es una amenaza contra la familia sino su elevación. Por la Encarnación y el Misterio Pascual, Jesús entra a la familia humana y la lleva hacia dentro de la familia divina, estableciendo a la Iglesia, y ella llama a la humanidad, judía y no judía, a que salga de su enajenación de Dios y a la comunión con Él. [3] Éste es el llamado de la familia de la alianza a su plena realización dentro de la Iglesia.

Por el Sacramento del Bautismo, que nos injerta con Cristo, la familia se inmersa en la comunión trinitaria. Como la Iglesia, la familia cristiana es una creación nueva enviada a comunicar la vida de Dios en el mundo. En cierta forma, podemos ver a la iglesia doméstica de la familia cristiana como ícono de la Trinidad.

En sus cartas, San Pablo habla de las iglesias que se reúnen en casas (cf. 1 Co 16,19; Rm 16,5; Col 4,15). Al bautizarse en Cristo, en el Espíritu, la vida divina informa al hogar, lo cual significa que la casa asume una dimensión eclesial. El Bautismo reemplazó la circuncisión como la forma de iniciación para entrar a formar parte del Pueblo de Dios, y muy a menudo, el Bautismo se llevaba a cabo dentro de la casa. Como en la antigua alianza, familias enteras entraban en la nueva alianza, pero encontraban su perfección escatológica en Cristo. La reprensión de la familia que hace Cristo no va en contra de la familia en sí, sino en contra de la familia como ídolo que impide la conversión de la persona hacia Él.

Los Padres de la Iglesia

La frase “iglesia doméstica” o su equivalente fue utilizada por muchos de los Padres de la Iglesia, en especial por San Agustín de Hipona. El predicaba que los padres de familia, como los obispos y el clero, tienen un papel eclesial, siendo responsables por el cuidado de las almas bajo su custodia. [4] San Juan Crisóstomo no utiliza el término “iglesia doméstica”, pero se refiere al hogar como una “pequeña iglesia”. En un comentario sobre Génesis, anima a los padres y a las madres a que “hagan de su hogar una iglesia para mandar a volar el diablo” y que trabajen para la conformación de la familia a Cristo. A diferencia de Agustín, quien pensaba que la iglesia doméstica fluye del Bautismo, Crisóstomo hace hincapié en el esfuerzo que deben de hacer los padres de familia por convertir su hogar en una pequeña iglesia. [5]

Las recomendaciones prácticas que ofrecían los Padres de la Iglesia sobre cómo hacer del hogar una pequeña iglesia siguen siendo pertinentes hoy en día, especialmente por su insistencia sobre la lectura de las Sagradas Escrituras como familia. Se podría pensar que su perspectiva de la autoridad fuera demasiado paternalista, bajo la influencia de la casa romana. Sin embargo, es plenamente cristiana, basada en el amor sacrificial de Cristo. En su perspectiva, los padres de familia casados son íconos del amor misterioso de Cristo y de su Iglesia, y sus hijos participan de este amor. Pero, la comprensión de la familia como pequeña iglesia llamada a la santidad cayó en el olvido después de Constantino con la vida consagrada religiosa siendo el modelo primario de la santidad. No fue sino después del Concilio Vaticano Segundo (1962-1965) que la idea de la familia cristiana como iglesia doméstica fuera recuperada.

Vaticano II

Gracias a unas corrientes teológicas anteriores al Concilio, muchas prácticas y nociones que prevalecían en la Iglesia Primitiva fueron redescubiertas, incluyendo a la iglesia doméstica. Lumen gentium, la constitución sobre la Iglesia, enfatizó el llamado universal a la santidad para todos los estados de vida. Las realidades que parecían ser de mero orden natural fueron comprendidas como transfiguradas por Cristo, asumiendo una plenitud escatológica. Esto incluía a la familia como iglesia doméstica. Lumen gentium n. 11 considera a la iglesia doméstica como el fruto del Sacramento del Matrimonio:

De este consorcio procede la familia […] En esta especie de iglesia doméstica los padres deben ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe, mediante la palabra y el ejemplo, y deben fomentar la vocación propia de cada uno, pero con un cuidado especial la vocación sagrada.[6]

La breve mención que hace Lumen gentium de la iglesia doméstica fue desarrollada posteriormente. Pablo VI y Juan Pablo I utilizaron el término, pero fue Juan Pablo II quien más la desarrolló en una “teología de la iglesia doméstica.”[7] En su exhortación apostólica Familiaris consortio, Juan Pablo II desarrolla la eclesialidad de la familia, diciéndoles a las familias, “sé lo que eres” (n. 17). Según lo entendía Agustín, la familia bautizada ya es una iglesia doméstica; pero, como bien lo comprendía Crisóstomo, la familia necesita convertirse activamente en esa realidad. El Papa Benedicto XVI continuó con su legado, y el Papa Francisco frecuentemente utiliza el término, más famosamente en su exhortación apostólica Amoris laetitia. La exhortación alaba bellamente a la familia cristiana como camino a la santidad, terminando con una oración a la Sagrada Familia.

En el mundo actual de familias rotas se ha vuelto más necesaria que nunca la invocación a la Sagrada Familia para que ayude a todas las familias cristianas a realizar su misión de mostrar Cristo al mundo. También es más urgente que nunca la recuperación de la visión de la familia como iglesia doméstica.

Robert Mixa es el Titular de Educación en el Instituto Word on Fire.

Notas


[1] Joseph Atkinson, Entrevista, Mars Hill Audio Journal vol. 130, https://marshillaudio.org/catalog/volume-130, minuto 8:53.

[2] Ibid., minuto 12:47.

[3] Joseph C. Atkinson, Biblical and Theological Foundations of the Family [Fundamentos bíblicos y teológicos de la familia] (Washington: CUA Press, 2014), 194.

[4] Agustín, De bono viduitatis [PL 40.450]); Ep. 188,3 [PL 33.849].

[5] Ibid., 269-289.

[6] Énfasis añadido.

[7] Atkinson, Biblical and Theological Foundations [Fundamentos bíblicos y teológicos de la familia], 315.

Spanish translation by Althea Sidaway Dawson [email protected]

Robert Mixa is the Education Fellow of the Word on Fire Institute.

This article is from The Catechetical Review (Online Edition ISSN 2379-6324) and may be copied for catechetical purposes only. It may not be reprinted in another published work without the permission of The Catechetical Review by contacting [email protected]

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Current Issue: Volume 10.4

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