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Responder a las cuestiones problemáticas actuales: ¿Tiene la iglesia razón?

Hay pocas cosas más probables de ganarle a uno la etiqueta de “intolerante” que proponer públicamente la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad y el transexualismo. Entiendo al término “intolerante” como la persona que sostiene una postura, pero que no tiene razones fundadas para ella y es, además, mezquina.

Aquí, quiero mostrar que la posición católica sobre la homosexualidad y el transexualismo no es mezquina porque existen razones buenas y sólidas en su apoyo y, con igual importancia, es una postura delicada, aunque firme. También incluyo aquí lo que enseña la Iglesia sobre la fornicación, a la luz de la cultura floreciente del ligue rápido. Muchos hoy en día consideran la sugerencia de que el sexo pre-matrimonial sea equivocado como algo tan pintoresco que no se puede clasificarse como “intolerante”; sin embargo, si alguien lo profesa, es probable que sea considerado como habitante del país de la nube de los locos. En esa medida, es también representado como algo desatinado.

Lo que dice la relación sexual

El Papa San Juan Pablo II describió al diseño hermoso e inteligente de Dios para la sexualidad humana en su Teología del Cuerpo. Desde este marco, explica que cuando una pareja casada “hace el amor”, está recapitulando sus votos matrimoniales. Esto es porque los votos significan un don de sí mutua y total y el coito significa de manera natural esta donación total de sí. Considerado cuidadosamente, el don especial que se da en el coito es el don mutuo del poder generativo. Esto es, en el fondo, el fin único e intrínseco de esa unión.

Para que la relación sexual sea un don, la persona debe entregar a la otra persona lo que ella no tiene. Por lo tanto, solo hay don cuando las personas son distintas sexualmente, es decir, cuando uno es hombre y la otra es mujer. Es solamente en esta situación que cada uno entrega aquel elemento del poder generativo humano que le hace falta al otro; y juntos, se completan mutuamente.

Sin embargo, la relación sexual es más que un signo de donación de sí: es un signo adecuado de donación total de sí. Dos observaciones son pertinentes. Primero, por medio de la relación sexual, uno entrega la mera semilla de sí mismo; y, como señala Cormac Burke, “La máxima expresión del deseo que tenga una persona de dar es haciendo entrega de la semilla de sí misma.”[1]

En segundo lugar, durante el coito, el esposo actúa de la forma que más tipifica al hombre y la esposa de la forma que más tipifica a la mujer. En último término, el esposo hace lo que la mujer simple y sencillamente no puede hacer y vice versa. Ahora bien, la masculinidad y la femineidad marcan todas las dimensiones de la persona humana y no solo del cuerpo, ya que la sexualidad marca las emociones, la psicología, la vida intelectual, y el espíritu – como una marca de agua que corre por dentro de la persona entera. Por consiguiente, cuando el esposo realiza la acción más típicamente masculina, se “recapitula”, por así decirlo, en una acción que puede representar su donación de sí de manera holística y total.

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Dr. William Newton taught at the International Theological Institute at Trumau in Austria. He is also on the teaching faculty of the MA of Marriage and the Family offered at the Maryvale Institute. He is currently Associate Professor of Theology, Chair of Faculty at the Franciscan University of Steubenville Austrian Program.

This article is from The Catechetical Review (Online Edition ISSN 2379-6324) and may be copied for catechetical purposes only. It may not be reprinted in another published work without the permission of The Catechetical Review by contacting [email protected]

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