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Catequesis para Niños: La formación de una cultura de oración en el hogar

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¿Qué recuerdas de tu primer día de clases del primer grado de la escuela primaria? ¡Mi recuerdo ha dado a mi vida una finalidad profética y un valor que perdurará toda la vida! Tras pasar lista y asignar sus lugares a sus 120 alumnos (¡no es ningún error tipográfico esto!), la menuda Sr. Santa Rosa nos avisó que nuestra primera lección sería la más importante de nuestra vida. Repartió nuestro primer libro de catecismo y nos indicó que lo abriéramos en la primera lección. Con lápiz en mano, encerramos con un círculo las preguntas número uno, dos, y tres. La Hermana nos instruyó sobre el sentido de las palabras y nos dijo que les pidiéramos a nuestros papás que nos enseñaran cómo decir las palabras con los ojos cerrados.

Mi mamá vigilaba la hora de las tareas. Me asombró cuando, sin mirar el libro, conocía las respuestas a las tres preguntas. Más asombrosa aún fue la plática durante la cena esa noche. Mi mamá dijo, “Pat, dile a tu papá qué aprendiste en la escuela hoy”. Le miré derechito a los ojos de mi papá y declaré con convicción, “Aprendí porqué Dios me creó”. Sin titubear en absoluto, mi papá proclamó, “Pat, Dios te creó para conocerlo, amarlo, y servirlo en este mundo, y para que seas feliz con Él para siempre en el próximo”. La respuesta que me dio mi padre tuvo una influencia exponencial porque, con justa razón, se había ganado el apodo de “Daddy Old Bad Boy” (Papá Viejo Niño Travieso). Su mal comportamiento era legendario y por eso todos los años los Reyes Magos le dejaban carbón en su bota navideña. Entonces, cuando este hombre sabía por qué Dios me había creado, ¡me tragué el anzuelo y abracé totalmente esta creencia!  Haciendo eco del sentimiento de Robert Frost, “eso ha hecho toda la diferencia.” [i]

El llegar a conocer a Dios – y crecer en ese conocimiento y la experiencia del mismo a lo largo del tiempo – es nuestro llamado universal, nuestra vocación primaria. El conocimiento de Dios conduce al amor. ¡Una persona que no ama a Dios es una persona que no conoce a Dios! Y nosotros mismos - cuando amamos a una persona, no podemos menos que desbordar en el servicio que le damos por amor.

La oración: tanto acción como actitud

Como “Primeros Mensajeros del Evangelio”[ii] los padres de familia tienen el privilegio y la responsabilidad de presentarles Dios a sus hijos; de sensibilizarles a que reconozcan los caminos de Dios; de aprender a hablar con Dios; y de responderle a Dios de manera apropiada según su edad. La oración es el hilo conductor para todos estos objetivos.

¿Qué es la oración? Las definiciones abundan. Hasta Wikipedia interviene sobre el tema. Mi definición nuclear, y es la que ofrezco a los padres de familia actuales, proviene de ese mismo catecismo de primer grado: “La oración es elevar nuestra mente y nuestro corazón a Dios”. La oración puede ser vocal o mental, formal o informal, privada o colectiva, programada o espontánea. La oración cambia con la edad y las etapas de la vida, así como la calidad y el estilo de comunicación cambia con el tiempo entre personas quienes estén creciendo en su relación.

La oración es comunicación con Aquél que nos conoce mucho mejor que nosotros mismos nos conocemos, y que nos ama más allá de nuestra capacidad para comprender tal amor. Sin tregua y sistemáticamente Dios nos comunica su amor y su voluntad que da vida, aunque a menudo no nos demos cuenta y estemos inatentos. Frecuentemente, el ajetreo de la vida bloquea nuestro reconocimiento de los movimientos de Dios. Los ruidos de nuestro ambiente ahogan los susurros del amor de Dios. Independientemente de nuestra percepción, Dios sigue hablando, tendiéndonos la mano, y ofreciendo su amistad.

La oración es acción y actitud. Toda persona, lugar, estímulo, o evento que eleva nuestra mente y nuestro corazón a Dios puede ser catalizador para la oración. Las prácticas espirituales comprendidas y adoptadas voluntariamente con fidelidad elevan nuestra conciencia espiritual. Los ambientes, costumbres y ritos que tutoran al alma o recuerdan la presencia de Dios pueden incitar un santo deseo y afecto.

La cultura de oración contemporánea

Muy sencillamente, una cultura de oración – comprendida y adoptada voluntariamente – cultiva una relación íntima con Dios. Al decir cultura, me refiero a una colección de hábitos, creencias, valores, actitudes, normas, costumbres y comportamientos acumulados a lo largo de la vida y que son transmitidos por medio de la comunicación y la imitación. Dentro del contexto de este artículo, una cultura de oración es el conjunto total de las actividades aprendidas de un pueblo de fe. En tiempos pasados, la cultura católica era bien definida y activamente practicada. Desde el Concilio Vaticano II, hemos visto un declive, o incluso algunos dirían una laguna (vacío).

Antes del Concilio Vaticano Segundo, la cultura católica de la oración incluía numerosas actividades y prácticas: ritos, como el bendecirse con agua bendita al entrar en un cuarto, el hacer una pausa ante el sonido de las campanas del Ángelus tres veces al día, hacer una genuflexión delante del Santísimo Sacramento, una genuflexión de ambas rodillas cuando el Santísimo Sacramento se exponía, y una constante y frecuente, a menudo semanalmente, participación en el Sacramento de la Reconciliación; costumbres, como ayunos temporales, Días Santos estáticos, la procesión del Corpus Christi, la devoción de las Cuarenta Horas, la procesión del mes de mayo, el drapeado de estatuas, iconos e imágenes sagradas de color morado durante la Cuaresma; y venerables formas de oración, como son la Adoración Eucarística, la Vía Crucis, y las novenas. Estos tipos de expresión espiritual, así como las obras espirituales y corporales de misericordia, eran el meollo de la espiritualidad previa al Vaticano II. Contribuían a una cultura de oración. Aunque fundamentalmente estas expresiones fueran de naturaleza eclesial y comunitaria, algunos elementos de esta cultura de oración también ejercían una influencia sobre las acciones y actitudes dentro del seno del hogar familiar.

Los papás o abuelos, los maestros y los catequistas que nacieron después de 1960 no conocen esta cultura. Estuvieron inscritos en sus clases de formación religiosa en un tiempo en el que este tipo de actividades ya no era la experiencia común. El programa de estudios y la catequesis que recibieron enfocaban la Doctrina Social de la Iglesia Católica, la Sagrada Escritura, y las reformas en la Liturgia y los Sacramentos. En lugar de esforzarse con intencionalidad por mezclar los valores perennes de la histórica cultura de la oración con el enfoque necesario de los objetivos del Vaticano II, sin proponérselo, la cultura tradicional ha quedado borrada en lugar de adaptada. Hoy en día, se reconoce la necesidad de restaurar o de introducir prácticas nuevas que integren la fe dentro de la vida diaria de la familia.

Antes de seguir, ¡unas palabras de advertencia! Volver a introducir algunos elementos de la cultura católica de oración no es una solución automática a las faltas espirituales contemporáneas. En fin de cuenta, “en aquellos tiempos”, una persona bien puede haber observado los ritos o costumbres externos mientras mentía, engañaba o hería a los demás. Muchos presos encarcelados pueden citar enseñanzas del catecismo, mas sin embargo, están en la cárcel por causa justa. El conocer y ejercitar prácticas religiosas externas no garantizan nuestra comprensión de los significados que entrañan y, por lo tanto, no nos conducen de manera automática al amor de Dios y al crecimiento personal. De forma ideal, una cultura de oración nos sensibiliza ante el movimiento de Dios en nuestra vida para luego responder con amor a Dios, al prójimo, y a sí mismo – ¡el único e incomparable mandamiento que Jesús haya emitido (Mt 22, 36-40)!

Evangelizar a la familia

El Papa San Juan Pablo II nos recordó que “no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona y la certeza que Ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros!”.[iii] Los Papas Benedicto XVI y Francisco han dado también un impulso al llamado a la Evangelización. Los tres papas nos animan a tender la mano a los bautizados, a los que han recibido la Eucaristía, que han sido confirmados, y quienes, sin embargo, nunca han experimentado a la Persona de Jesús. Muchos papás y maestros católicos requieren de la evangelización. Les estamos pidiendo que creen una cultura de oración para sí mismos y para sus hijos en la cual pueden encontrar la Persona de Jesús; pero no tienen ninguna experiencia de lo que eso pueda significar, ni de cómo acercarse a esa meta.

El Papa Francisco citó al acompañamiento como rasgo central de la evangelización. [iv] Tenemos la oportunidad de hacerlo cuando ayudamos a los padres de familia a crear un sentido de lo sacro dentro del hogar familiar, a establecer un ambiente que fomente la elevación de la mente y del corazón hacia Dios, y ¡a participar en prácticas que puedan “reactivar y poner en marcha” el corazón! Los padres de familia transmiten su herencia espiritual y su espiritualidad a la familia, no por transformar el hogar en una tienda o museo de objetos religiosas, sino que al elegir señales, prácticas y disciplinas espirituales llenas de sentido y buen gusto que adiestren al alma a que conozca, ame y sirva a Dios. He conocido a padres de familia con muy desarrollada intencionalidad en el cultivo de una cultura de este tipo para sus familias. Lo que a continuación les presento son sus ideas. ¡A usted de seleccionar, elegir o tomar como punto de lanzamiento cualesquiera de estas ideas para comenzar! Que sean una fuente de inspiración para tu propia creatividad.

EL AMBIENTE

Recordatorios espirituales de lo sagrado:

Crucifijos, imágenes de la Virgen María o del Papa Francisco; las imágenes de la Última Cena o de las Bodas de Caná nos pueden traer a la mente escenas de Jesús con su familia y con sus amigos. ¡Prendemos velas para recordarnos la presencia de Dios entre nosotros, y utilicemos símbolos del tiempo litúrgico, tales como la Corona de Adviento o el Pesebre de Belén durante la Navidad para ayudarnos a recordar de lo que trata el tiempo litúrgico! Otros objetos que podemos utilizar son los rosarios, las estatuas de los santos patronos, o un versículo muy querido de la Sagrada Escritura por encima de la puerta de entrada a cada habitación o en la puerta principal de la casa.

COSTUMBRES

Hábitos o prácticas sociales que “le da la sazón” del tiempo de la familia con lo sagrado:

Asistir a liturgias o fiestas especiales, como son las posadas, las novenas de rosarios cuando fallece una persona, o un Vía Crucis viviente el Viernes Santo. Ir a la Misa de la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, o participar en “La Gritería” en la Fiesta de la Inmaculada Concepción, o celebrar la fiesta de tu propio santo patronal; celebrar el día de tu santo si tienes el nombre de uno de ellos. Determinar cómo celebrar el Triduo Pascual (Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo

RITOS

Rutinas que integran nuestra conciencia de Dios a los eventos ordinarios del día

Saludar a Dios y consagrar el día al despertar; hacerles a los miembros de la familia una bendición a la hora de dormir y al salir del hogar; hacer gestos como la señal de la Cruz en la frente, los labios, y el corazón; bendecir la casa cada día primero de enero; hacer una oración vocal al escuchar las sirenas de los vehículos de urgencias; bendecir los alimentos y dar gracias al finalizar la comida; marcar los cumpleaños con una bendición especial; hacer la señal de la Cruz al pasar frente a una iglesia.

LA VIDA SACRAMENTAL Y LAS PRÁCTICAS EUCARÍSTICAS

Además de la Eucaristía dominical, se puede celebrar las ocasiones especiales a lo largo del año con la participación de la familia en Misa o con un sacramento, aunado a una actividad que todos disfruten como una comida, un picnic, o un proyecto familiar de servicio. Por ejemplo, la familia entera puede volverse a consagrar a Jesús en el domingo de Cristo Rey; o recordar la Primera Comunión de cada uno el día de Corpus Christi; celebrar la fiesta de la Natividad de María (el 8 de septiembre) con la participación en la Santa Misa seguida de una visita a un albergue para mamás embarazadas o pro-vida, la donación de artículos para bebés recién nacidos, y disfrutar de un pastel de cumpleaños como postre; hacer una visita de toda la familia al Santísimo Sacramento durante la misión de las Cuarenta Horas  y/o una peregrinación a la Reserva Eucarística en las parroquias cercanas el Jueves Santo; enseñarles a los niños a rezar el Rosario o aprender a hacer oración espontánea para que puedan incluir sus propias peticiones en sus oraciones de la noche.

De manera particular, para los Dirigentes Parroquiales de la Catequesis (DPC), Directores de la Educación Religiosa (DER) y catequistas: escuchen ese llamado que les pide poner sus dones de la naturaleza y de la gracia al servicio de las familias. Una sus talentos a los de los profesionales y voluntarios dedicados de las demás parroquias para orquestar maneras que nutran una cultura de oración dentro del hogar (La Iglesia Doméstica). Ponga a la disposición de las familias recursos como Our Catholic Family.[v]

Programe un mini-retiro, una sesión de intercambio de ideas, un evento multigeneracional, una reunión para compartir expresiones multiculturales de costumbres de oración, un taller en el que se fabrique artículos temáticos y se los lleve a casa, o un coloquio para comentar una serie de boletines informativos que enfoquen maneras para crear una cultura espiritual a lo largo de cada tiempo litúrgico.[vi]

Agregue un programa de video al sitio web de su parroquia en el que demuestre y promueva ideas para el tiempo litúrgico. Invite a las familias a que le envíen una foto de su ambiente litúrgico de casa y haga un collage en el sitio web de la parroquia. ¡Recuerde que “una imagen vale más que mil palabras!”

A la larga puede expandir la oferta para organizar un evento tipo carnaval que abarque toda la parroquia en el que cada puesto pone en relieve un elemento distinto (ambiente, costumbre, rito, vida sacramental) de un tiempo litúrgico en particular (Tiempo Ordinario, Adviento, Navidad, Cuaresma, Pentecostés). Para cada puesto o mesa, anime a que los mismos padres de familia, o grupos de papás preparen las exhibiciones.

Organice un comité de padres de familia a que planeen, diseñen y creen una “caja de principiantes” para regalarle a cada pareja que celebra su boda en el templo o al Bautismo de su primer hijo. Incluya algo que “señale” cada uno de los tiempos litúrgicos. Mi caja de principiantes ideal tendría seis artículos: (1) materiales para fabricar una Corona de Adviento, (2) un resumen en papel de las Cortes del Niño Rey, (3) una corona de espinas con tres clavos, (4) un caballete en miniatura para exponer publicaciones o imágenes temáticos, (5) tarjetas con las definiciones de los dones y frutos del Espíritu Santo para su uso durante el tiempo de Pascua, y (6) una colección de tarjetas con ilustraciones para cada uno de los misterios del Rosario para exhibir durante los meses de mayo y octubre y en las fiestas marianas. ¿Qué pondrías en tu caja? ¡Sueña en grande!

Ha sido mi experiencia que la mayoría de la gente puede adaptar o acomodar las ideas según sus circunstancias particulares: lo único que necesitan es una idea generadora, un ejemplo. Es el privilegio del catequista introducir el concepto de crear un ambiente centrado en Dios en el hogar y de presentarles a los padres de familia los tipos de práctica espiritual que son más factibles de incorporar ese sentido de lo sagrado. ¡Qué manera tan llena de gracia de ser agentes de acompañamiento y de evangelización!

Sr. Pat McCormack, IHM, PhD Ed es Directora de Programa de la Oficina IHM de Apoyo Formativo para Padres de Familia y Maestros, Filadelfia, PA. Es ponente internacional ante una variedad de miembros del público y ha sido autora de numerosos artículos y varios libros. Su obra armoniza la espiritualidad católica, la psicología, y la sabiduría reunida de los padres de familia, los maestros y los estudiantes. Se le puede contactar a www.ParentTeacherSupport.org o [email protected].

Notas


[i] Robert Frost, The Road Not Taken (El camino no elegido), https://www.poetryfoundation.org/poems/44272/the-road-not-taken. (Una traducción al español y una opinión personal se encuentran en el blog http://escuchandoconlosojos.blogspot.com/2016/06/the-road-not-taken-el-c...).

[ii] Juan Pablo II, Familiaris Consortio, art. 39.

[iii] Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte, art. 29.

[iv] Francisco, Evangelii Gaudium, art. 173.

[v] Dziena, D. and Shahin, G. (2015), Our Catholic Family Nuestra familia católica). Twenty-Third Publications. Para cada domingo, fiesta principal y día santo, ofrece actividades, sugerencias para iniciar conversaciones, y oraciones para compartir la fe en casa.

[vi] Sr. Patricia McCormack. Creating a Spiritual Culture (Creando una cultura espiritual) (una serie de boletines informativos). Available online at http://www.ParentTeacherSupport.org  > Newsletters > Family Faith > Creating a Spiritual Culture.

Este artículo apareció primero en las páginas 30-32 de la versión impresa de la revista. Esta traducción refleja la modificación de la versión original en inglés que se hizo para incluir prácticas más relevantes para la comunidad hispana/latina.

Art credit: public domain image from Pixabay.com.

Spanish translation by Althea Dawson Sidaway: [email protected]

Sr. Patricia McCormack, IHM, EdD is an international formation-education consultant, public speaker, and author. Her work blends Catholic spirituality, psychology, and wisdom gathered from parents, teachers, and students. Her book Empowering the Parking Lot Parent: A Catechist’s Guide to Coaching Family Spirituality (Twenty-Third Publications, 2021) provides explanations, handouts, and function cards for each of the liturgical season rituals suggested in this article. It is a rich resource for evangelizing the family. It includes 27 reproducible handouts for families Find more resources and information at www.ParentTeacherSupport.org.

This article is from The Catechetical Review (Online Edition ISSN 2379-6324) and may be copied for catechetical purposes only. It may not be reprinted in another published work without the permission of The Catechetical Review by contacting [email protected]

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Current Issue: Volume 10.4

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