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Algunas de las preguntas que puede tener la gente son:
¿A quién se refiere la Inmaculada Concepción, a Jesús o María?
Se entiende por qué puede haber confusión sobre este tema. Pero el título, “Inmaculada Concepción”, se le ha conferido a la Santísima Virgen. El título significa que María fue preservada, desde el momento de su concepción, de todo pecado, incluso del pecado original. En la aparición a Santa Bernadette en Lourdes en 1858, la Virgen le dijo a la santa: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
¿Cómo puede ser que la Madre de Jesús pudo ser salvada del pecado antes de la muerte redentora de su hijo? ¿Es que acaso no necesitaba ser redimida también?
La gracia de ser concebida de manera inmaculada, “le viene enteramente de Cristo: ella es ‘redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo’” (CEC 492; LG 56). Otra manera de decirlo es que la Virgen solo pudo recibir el don de ser preservada del pecado por la gracia que recibió de Nuestro Señor Jesús en la cruz. Ella recibió su redención en la cruz como toda la humanidad, pero de manera singular, la recibió con anticipación. Como nos lo explica el Catecismo, “la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo salvador del genero humano” (CEC 491; Pio IX Bula Ineffabilis Deus: DS 2803).
¿Por qué María tuvo que ser preservada del pecado desde el momento de su concepción?
Primero, porque Jesús tomó Su humanidad de la Virgen María. Quiso que el cuerpo de su madre fuese digno de Él. Dios la eligió desde toda la eternidad, y la hizo, “llena de gracia”, según el saludo del ángel Gabriel (CEC 490; Lc 1:28). El regalo que se le dio a la Virgen de ser preservada de todo pecado se le dio para que pudiera llevar a cabo su misión. El Catecismo nos dice, “Para ser la Madre del Salvador, María fue ‘dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante’” (CEC 490).
Segundo, para que ella estuviese preparada para dar su asentimiento al plan de Dios. El Catecismo nos dice, “En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios” (CEC 490). Reflexionemos sobre cómo todos los dones que se le dieron a la Santísima Virgen fueron dados para honrar a su amadísimo Hijo.
Solo tú puedes saber las preguntas que tendrán tus estudiantes. Hablando con ellos, haciéndoles preguntas, verás que puedes enseñar de manera que puedas anticipar sus preguntas e iluminar sus mentes y verdaderamente ayudarlos con las preguntas que llevan en sus corazones. Así, poco a poco, podemos ser instrumentos de Dios para que Él pueda quitar cualquier impedimento que tengan nuestros estudiantes para que se puedan entregar a Él de manera cada vez más plena.